MONTAÑAS MÍAS (GABRIELA MISTRAL)
En montañas me crié
con tres docenas alzadas.
Parece que nunca, nunca,
aunque me escuche la marcha,
las perdí, ni cuando es día
ni cuando es noche estrellada,
y aunque me vea en las fuentes
la cabellera nevada,
las dejé ni me dejaron
como a hija trascordada.
Y aunque me digan el mote
de ausente y de renegada,
me las tuve y me las tengo
todavía, todavía,
y me sigue su mirada.
LA MONTAÑA (LUIS ALBERTO SPINETTA)
Hablaré con el jardín,
hablaré con el que se fue
todos quieren mi montaña
todos quieren mi montaña
De la mitad de las sombras
la mitad partida es siempre
solo quedan las alturas
solo quedan las alturas
Trepen a los techos,
ya llega la aurora
trepen a los techos,
ya llega la aurora
Andaré por el corral
donde no hay cautivos ya
pagarán por mi montaña
pagarán por mi montaña
comeré lo que comer
dormiré y me afeitaré
la montaña es la montaña
la montaña es la montaña
trepen a los techos
ya llega la aurora
trepen a los techos
ya llega la aurora.
hablaré con el que se fue
todos quieren mi montaña
todos quieren mi montaña
De la mitad de las sombras
la mitad partida es siempre
solo quedan las alturas
solo quedan las alturas
Trepen a los techos,
ya llega la aurora
trepen a los techos,
ya llega la aurora
Andaré por el corral
donde no hay cautivos ya
pagarán por mi montaña
pagarán por mi montaña
comeré lo que comer
dormiré y me afeitaré
la montaña es la montaña
la montaña es la montaña
trepen a los techos
ya llega la aurora
trepen a los techos
ya llega la aurora.
POEMA DE LA MONTAÑA (MARINA TSVIETÁIEVA)
(fragmentos)
"¿Te asombran mis palabras? ¡Querido!,
los que se separan hablan todos como
borrachos, y les gusta ser solemnes..."
Hölderlin
Los hombros sin montañas
¡y el alma vuela!
Déjame la pena cantar-
Vibrar.
Ni hoy, ni en adelante.
Abierto el hueco negro. Negro.
En la cima
déjame la pena cantar.
La montaña era el pecho
de un recluta segado.
Vírgenes pedía besos
y el fasto de una boda.
Pedía el océano
el caracol sonoro
interrumpido a gritos
de mando y de combate.
Soplaba la montaña:
¡No juegues con titanes!
¿Recuerdas la última casa
por los rumbos suburbanos?
¡La montaña era un mundo!,
la paz se paga cara.
Allí empezó la pena
en lo alto, en la montaña.
VII
Lloraba la montaña: qué tristeza
ser mañana lo que hoy es sangre cálida.
La montaña rogaba: no se vayan,
verte con otra no lo admitiría.
Lloraba la montaña - que sólo humo
quedará de lo que hoy es Roma y mundo.
La montaña anunciaba que con otros
pronto estaríamos, (¡no los envidio!)
Lloraba la montaña: triste fardo,
el juramento abominado en vano.
Rezaba la montaña, viejo nudo
gordiano: lo que debes, lo que amas...
Lloraba la montaña nuesta pena-
cuando sobre la frente, no en el acto,
ya no es "memento", sino el mar, ¡él solo!
Mañana, que es cuando comprenderemos.
Un rumor...como si alguien estuviera
cerca de mí ¿llorando, sollozando?
Lloraba la montaña: separados
bajaremos tú y yo por este barro-
Lo conocemos todo de la vida:
la barraca, la chusma y el mercado...
Los poemas, decía la montaña,
surgen así- lo conocemos todo...
"¿Te asombran mis palabras? ¡Querido!,
los que se separan hablan todos como
borrachos, y les gusta ser solemnes..."
Hölderlin
Los hombros sin montañas
¡y el alma vuela!
Déjame la pena cantar-
Vibrar.
Ni hoy, ni en adelante.
Abierto el hueco negro. Negro.
En la cima
déjame la pena cantar.
La montaña era el pecho
de un recluta segado.
Vírgenes pedía besos
y el fasto de una boda.
Pedía el océano
el caracol sonoro
interrumpido a gritos
de mando y de combate.
Soplaba la montaña:
¡No juegues con titanes!
¿Recuerdas la última casa
por los rumbos suburbanos?
¡La montaña era un mundo!,
la paz se paga cara.
Allí empezó la pena
en lo alto, en la montaña.
VII
Lloraba la montaña: qué tristeza
ser mañana lo que hoy es sangre cálida.
La montaña rogaba: no se vayan,
verte con otra no lo admitiría.
Lloraba la montaña - que sólo humo
quedará de lo que hoy es Roma y mundo.
La montaña anunciaba que con otros
pronto estaríamos, (¡no los envidio!)
Lloraba la montaña: triste fardo,
el juramento abominado en vano.
Rezaba la montaña, viejo nudo
gordiano: lo que debes, lo que amas...
Lloraba la montaña nuesta pena-
cuando sobre la frente, no en el acto,
ya no es "memento", sino el mar, ¡él solo!
Mañana, que es cuando comprenderemos.
Un rumor...como si alguien estuviera
cerca de mí ¿llorando, sollozando?
Lloraba la montaña: separados
bajaremos tú y yo por este barro-
Lo conocemos todo de la vida:
la barraca, la chusma y el mercado...
Los poemas, decía la montaña,
surgen así- lo conocemos todo...
MONTAÑA ROJA (LA RENGA)
Es tal vez como ver
Como la vez primera
Y queriendo atravesar
Cruces de mil barreras
La Montaña Roja sangra por mí
Un cañón al río de mis venas
La profundidad que se elevó
Llevará de mí lo que queda
Hacia las cumbres
Yo pronto me vi crecer
Hacia un cielo de estrellas
Y un trueno con tu voz
Roja pintó la arena
Abrazado fuerte a mí donde voy
Allá donde no hay fronteras
La profundidad que se elevó
Llevará de mí lo que queda
Hacia las cumbres
La Montaña Roja sangra por mí
Un cañón al río de mis venas
La profundidad que se elevó
Llevará de mí lo que queda
Hacia las cumbres
Abrazado fuerte a mí solo voy
Allá donde ya no hay fronteras
La profundidad que se elevó
Llevará de mí lo que queda
Como la vez primera
Y queriendo atravesar
Cruces de mil barreras
La Montaña Roja sangra por mí
Un cañón al río de mis venas
La profundidad que se elevó
Llevará de mí lo que queda
Hacia las cumbres
Yo pronto me vi crecer
Hacia un cielo de estrellas
Y un trueno con tu voz
Roja pintó la arena
Abrazado fuerte a mí donde voy
Allá donde no hay fronteras
La profundidad que se elevó
Llevará de mí lo que queda
Hacia las cumbres
La Montaña Roja sangra por mí
Un cañón al río de mis venas
La profundidad que se elevó
Llevará de mí lo que queda
Hacia las cumbres
Abrazado fuerte a mí solo voy
Allá donde ya no hay fronteras
La profundidad que se elevó
Llevará de mí lo que queda
MONT BLANC (PERCY BYSSHE SHELLEY)
FRAGMENTO TRADUCIDO POR LEOPOLDO PANERO
Nadie la ve o escucha. Ni cuando el sol retira
Su luz y copo a copo la lumbre palidece;
Ni en la callada noche que en el silencio gira
Y en las estrellas limpias hermosamente cree
Los vientos se combaten en silencio, empujando
La nieve con su aliento veloz y poderoso;
¿Pero siempre en silencio!, y al volar agrupando
Los copos en montones de blancor silencioso.
Sobre estas soledades donde nace y habita
El relámpago pasa sin voz, y su sonido
Inocente resbala por la cumbre infinita
Como niebla que flota sobre el valle dormido
Te anima, ¡oh cumbre sola!, la Fuerza la escondida
Fuerza del universo, que el alma humana llena,
Y que a su ley eterna mantiene sometida
La anchura de los cielos que en el silencio suena.
Mas ¿dónde tu ribera, tu porvenir en dónde;
Y el del mar y las rocas y las altas estrellas,
Si tras el sueño humano la soledad no esconde
Más que un rumor vacío y un desierto sin huellas?
MONTAÑA RUSA (AMARAL)
A una montaña rusa subiré
Para cambiar el vértigo de amar
Por la filosofía de caer
Rendida ante un capricho del azar.
La palma de tus manos leeré
Me dijo una muchacha del Raval
Pero hay cosas que no quiero saber
Que pase lo que tenga que pasar
Que a mí me da lo mismo.
Perdida como un perro voy
En busca de aventuras
Perdida sin saber quién soy
En la montaña rusa
En la montaña rusa
Y yo quise cambiar el mundo
y, tal vez, ese mundo me cambió
Y hay noches que me hundo entre la nada
Para alcanzar la misma conclusión
“No soy ninguna santa”
Porque a veces me pierde el corazón.
"Te pasas de la raya":
Eso es lo que me dice la razón.
Perdida como un perro voy
En busca de aventuras
Perdida sin saber quién soy
En la montaña rusa
En la montaña rusa
Perdida como un perro
En un día de lluvia
Totalmente pérdida
Aullándole a la luna
Y no sé dónde voy a ir
No hay nada que me ate aquí
Perdida sin saber quién soy
En la montaña rusa
Para cambiar el vértigo de amar
Por la filosofía de caer
Rendida ante un capricho del azar.
La palma de tus manos leeré
Me dijo una muchacha del Raval
Pero hay cosas que no quiero saber
Que pase lo que tenga que pasar
Que a mí me da lo mismo.
Perdida como un perro voy
En busca de aventuras
Perdida sin saber quién soy
En la montaña rusa
En la montaña rusa
Y yo quise cambiar el mundo
y, tal vez, ese mundo me cambió
Y hay noches que me hundo entre la nada
Para alcanzar la misma conclusión
“No soy ninguna santa”
Porque a veces me pierde el corazón.
"Te pasas de la raya":
Eso es lo que me dice la razón.
Perdida como un perro voy
En busca de aventuras
Perdida sin saber quién soy
En la montaña rusa
En la montaña rusa
Perdida como un perro
En un día de lluvia
Totalmente pérdida
Aullándole a la luna
Y no sé dónde voy a ir
No hay nada que me ate aquí
Perdida sin saber quién soy
En la montaña rusa
LA MONTAÑA DE NOCHE (GABRIELA MISTRAL)
Haremos fuego sobre la montaña.
La noche que desciende, leñadores,
no echará al cielo ni su crencha de astros.
¡Haremos treinta fuegos brilladores!
Que la tarde quebró un vaso de sangre
sobre el ocaso, y es señal artera.
El espanto se sienta entre nosotros
si no hacéis corro en torno de la hoguera.
Semeja este fragor de cataratas
un incansable galopar de potros
por la montaña, y otro fragor sube
de los medrosos pechos de nosotros.
Dicen que los pinares en la noche
dejan su éxtasis negro, y a una extraña,
sigilosa señal, su muchedumbre
se mueve, tarda, sobre la montaña.
La esmaltadura de la nieve adquiere
en la tiniebla un arabesco avieso:
sobre el osario inmenso de la noche,
finge un bordado lívido de huesos.
E invisible avalancha de neveras
desciende, sin llegar, al valle inerme,
mientras vampiros de arrugadas alas
rozan el rostro del pastor que duerme.
Dicen que en las cimeras apretadas
de la próxima sierra hay alimañas
que el valle no conoce y que en la sombra,
como greñas, desprende la montaña.
Me va ganando el corazón el frío
de la cumbre cercana. Pienso: acaso
los muertos que dejaron por impuras
las ciudades, elijan el regazo
recóndito de los desfiladeros
de tajo azul, que ningún alba baña,
¡y al espesar la noche sus betunes
como una mar invadan la montaña!
Tronchad los leños tercos y fragantes,
salvias y pinos chisporroteadores,
y apretad bien el corro en torno al fuego,
que hace frío y angustia, leñadores!
LA MONTAÑA (LOS CALIGARIS)
Hoy no voy a cantarle al sol ni al mar,
ni a las estrellas ni a casitas de muñecas,
hoy solo quiero contar como me siento,
estoy viviendo un día en blanco y negro.
Así que no me vengan hablar de amor,
porque yo soy un monumento al malhumor,
y mi sonrisa siempre fue una mala actriz,
Como puede una ciudad estar tan gris?
No hay luz en casa pero con la vela alcanza
para alumbrarme la amargura, dos o tres puntos de sutura
no hay luz en casa pero con la vela alcanza
Y en un revés a mi destino, un día de estos yo me animo.
(Pity)
Hoy no hay metáforas te voy a ser sincero,
las cosas no me están saliendo como quiero,
es una tarde en la que siento que una fiesta
seria dormir treinta y cinco años la siesta.
De vez en cuando caigo en estos agujeros,
pide licencia el humor que siempre tengo,
soy mil de azúcar para una sola de sal,
tengo derecho yo a sentirme un día mal.
No hay luz en casa pero con la vela alcanza,
para alumbrarme la amargura, dos o tres puntos de sutura.
Y en un revés a mi destino, un día de estos yo me animo.
Me voy a ir vivir a la montaña,
donde todo es poco pero igual alcanza,
me voy a ir vivir a la montaña,
y que me despierte el sol a la mañana.
Me voy a ir a vivir a la montaña,
donde todo es poco, pero igual alcanza,
me voy a ir a vivir a la montaña
y que me despierte el sol a la mañana
ni a las estrellas ni a casitas de muñecas,
hoy solo quiero contar como me siento,
estoy viviendo un día en blanco y negro.
Así que no me vengan hablar de amor,
porque yo soy un monumento al malhumor,
y mi sonrisa siempre fue una mala actriz,
Como puede una ciudad estar tan gris?
No hay luz en casa pero con la vela alcanza
para alumbrarme la amargura, dos o tres puntos de sutura
no hay luz en casa pero con la vela alcanza
Y en un revés a mi destino, un día de estos yo me animo.
(Pity)
Hoy no hay metáforas te voy a ser sincero,
las cosas no me están saliendo como quiero,
es una tarde en la que siento que una fiesta
seria dormir treinta y cinco años la siesta.
De vez en cuando caigo en estos agujeros,
pide licencia el humor que siempre tengo,
soy mil de azúcar para una sola de sal,
tengo derecho yo a sentirme un día mal.
No hay luz en casa pero con la vela alcanza,
para alumbrarme la amargura, dos o tres puntos de sutura.
Y en un revés a mi destino, un día de estos yo me animo.
Me voy a ir vivir a la montaña,
donde todo es poco pero igual alcanza,
me voy a ir vivir a la montaña,
y que me despierte el sol a la mañana.
Me voy a ir a vivir a la montaña,
donde todo es poco, pero igual alcanza,
me voy a ir a vivir a la montaña
y que me despierte el sol a la mañana
A LA MONTAÑA (ADRIAN BERRA)
SÓLO LETRA
Dicen que dormir es el ensayo de la muerte
Yo quiero estar presente para ver a donde voy a ir a parar
Cuando pueda volar sin usar aviones
Si acá llegué, de acá me voy con lo que soy
y lo que tengo no me lo puedo llevar
Conmigo a otro lugar, lo que me ata lo desato
Te dejo mis zapatos para despegar
Y ahí va, pasa mi abuela por el aire y todos mis amigos los que ya no están
A donde van, cuando se van, cuando se van
Dicen que por fin se van a la montaña
No sé si es así o desaparecen
Ya lo sé muy bien que todo pasa
Sólo que lo olvido a veces
Miro la montaña, creo verte bien
Sentado en una piedra vos también
Cuidando los jardines pensando en no volver
Y aunque ya no te veo igual te quiero ver
Y ahí va, pasa mi abuela por el aire y todos mis amigos los que ya no están
A donde van, cuando se van, cuando se van
Y ahí va, pasa tu abuela por el aire y todos tus amigos los que ya no están
A donde van, cuando se van, cuando se van
FICO FUE A LA MONTAÑA (MARTÍN BUSCAGLIA)
Fico fue a la montaña
Juana con su padre van hasta la orilla
Despliega su abanico
Una música urbana
Grabada en el pulmón de la manzana
Redoblen los timbales
Aventuras para toda la familia
Cuervo de los maizales
Reina de la Vendimia
El principe traerá memorabilia
Hoy desperté
en un lugar
donde jamás
estuve
nuevamente
Y un corazón
Indómito
como un halcón
descansó
de
tu guante
Y al girar su dimmer
el atardecer
pudo tremolar
ah
Hoy desperté
y era un lugar
donde jamás
estuve
como siempre
Esta canción
es para mí
es ideal
para
ir
sin
pesar
Gira ya tu dimmer
amanecé
para tremolar
ah
NOCHE DE DOLOR EN LA MONTAÑA (NUMA POMPILIO LLONA)
A don Juan Valera
Rugió la tempestad; y yo, entretanto,
del monte al pie, la faz sobre la palma
vertiendo acerbo inextinguible llanto,
quedé en su pena, adormecida mi alma;
cuando cesó el sopor de mi quebranto,
limpio estaba el azul, el viento en calma...
¡y con asombro y amargura y duelo,
alcé mi rostro a contemplar el cielo!...
Sirio radiante sin cesar lucía;
Saturno, inmóvil, del cenit miraba
la vida universal... La Láctea Vía,
que con luz taciturna centellaba
y al orbe en ancho círculo envolvía
de brillantes escamas, semejaba
la infinita, simbólica serpiente
que se está devorando eternamente...
¡Cuánto silencio! ¡Oh Dios! ¡Cuánto reposo!
¡Y cuán honda y fatal indiferencia!
¡Cuán extraño ese todo prodigioso
es del hombre a la mísera presencia!...
¡Al comprenderlo, un pasmo doloroso
penetra y acongoja la conciencia,
y en sus abismos íntimos clarea
una tremenda e implacable idea!
Gira el mundo en el vasto firmamento
con pompa augusta y majestad suprema,
y se agita, en acorde movimiento,
de los astros sin fin el gran sistema...
¡Y el hombre pasa, alzando su lamento,
y de su propio ser con el problema!
¡Sufre y muere!... ¡y no turba su caída
el perpetuo banquete de la vida!
Ser inmenso encerrado en su egoísmo
parece el universo soberano,
o un colosal y ciego mecanismo
que gira sin cesar; ¡y el ser humano
-el que, entre todos, siéntese a sí mismo-,
la arista deleznable, el leve grano,
que va a saciar, sin que eludirlo pueda,
la actividad de la gigante rueda!
¡Un resorte es, tal vez, de aquella vasta
maravillosa máquina divina,
mas resorte que sufre! ¡Que se gasta,
y que siente su próxima ruina!
¡Ser cuya triste pequeñez contrasta
con su instinto que a lo alto se encamina!
¡Que vive un día en cautiverio infando,
eterna vida y libertad soñando!
¡Vive! ¡en su mente el doloroso drama
llevando de sus propios pensamientos;
conjunto extraño, mísera amalgama
de opuestos y encontrados elementos;
mezcla de sombra y de celeste llama;
antítesis de todos los momentos;
híbrido ser; en medio a cuanto existe,
de la fatalidad víctima triste!
Como el príncipe aquel infortunado
de los extraños cuentos orientales,
que, en su inferior mitad petrificado,
lloraba inmóvil sus eternos males;
a la inerte materia encadenado
el hombre, así, por vínculos fatales,
de las regiones ínfimas del suelo
¡ansioso mira y suspirando el cielo!
Más dichosos, del ángel puro y fuerte
no oprime el barro la sustancia aeria;
la inmóvil planta, el mineral inerte,
son insensible estúpida materia;
siente el bruto los males de su suerte,
¡pero no a su dolor y a su miseria
da una perpetua y céntuple existencia
el cristal refractor de la conciencia!
Sólo él, que se llama el rey egregio
de la vasta creación puesto en la cumbre,
sólo él recibe el alto privilegio
de la razón, con que su noche alumbre;
él tiene el pensamiento, signo regio
que en su frente refulge, interna lumbre,
del Universo misterioso espejo,
y de su propio ser sombra y reflejo.
El sol, de eterna majestad vestido,
que nace en calma allá en el océano,
cuando, como de amor estremecido,
palpita y se alza su cerúleo llano;
cuando bullente mar de oro fundido
su faz semeja; y su vapor liviano
flota en los aires, y escalando el monte,
desvanece el perfil del horizonte;
cuando, en las altas cúspides quebrados,
hieren los dardos de oro las montañas...
y de los hondos valles y collados
el humo se alza ya de las cabañas;
y el distante mugir de los ganados
se oye, y la voz de montes y campañas;
¡y de la tierra la anchurosa escena
de luz, de vida y de rumor se llena!
Los espumosos rápidos torrentes
que, de los montes rudos y sombríos
relumbrando en las ásperas vertientes,
bajan al valle; los sonoros ríos
que, en caprichosos giros refulgentes,
por entre bosques, pueblos y plantíos,
se pierden en confusa lontananza...
¡como un sueño de amor y de esperanza!
La hora augusta, callada y ardorosa
del meridiano universal sosiego,
cuando la Tierra extática reposa
bajo su blanca túnica de fuego...
Las sombras de la tarde misteriosa;
de la campana el clamoroso ruego,
mientras el sol se oculta paso a paso
en las pompas sublimes del ocaso;
Del labrador alegre los cantares,
que, más feliz que próceres y reyes,
de la diurna faena a sus hogares
al paso vuelve de sus tardos bueyes;
las voces de las granjas y lagares;
el tropel y balido de las greyes
que en silencio al redil el pastor guía,
a las vislumbres últimas del día;
Venus que asoma rutilante y pura
del dudoso crepúsculo entre el velo;
la muchedumbre de astros que fulgura
en el profundo cóncavo del cielo,
mientras cubre aún la tierra sombra oscura.
¡Y el alma siente indefinible anhelo
bajo esa inmensa y trémula techumbre
de viva, ardiente y fulgorosa lumbre!
¡La aparición de la triunfante luna
en el azul más claro del vacío,
que con serenos rayos la laguna
argenta y la montaña y selva y río...
La misteriosa oscuridad que aduna
tal vez la noche en su recinto umbrío,
mientras del mar en la tiniebla oculto
¡resuenan los gemidos y el tumulto!...
Las nebulosas noches en que vela
el firmamento sombra vaporosa,
cuando la luna trémula rïela
en la mar alterada y tenebrosa,
y su argentada rutilante estela
sigue el vaivén del onda silenciosa...
¡Y en el alma se eleva, conmovida,
como el recuerdo de otra augusta vida!
¡Las montañas inmobles y severas
que se reflejan en el hondo lago,
cuyo luciente espejo auras ligeras
tan sólo agitan, en amante halago;
sus ondas que en las plácidas riberas
lentas expiran con murmullo vago;
los nevados que elevan a lo lejos
sus cúpulas de fúlgidos reflejos!...
Los azulados pálidos albores
de la aurora en los valles indecisa;
el amante susurro de las flores
que el soplo inclina de la fresca brisa;
de la escondida frente los rumores;
de los cielos la fúlgida sonrisa;
la blanca nube que en su fondo rueda;
la tórtola que gime en la arboleda...
Del panorama espléndido del mundo
cada aspecto magnífico y diverso,
cada acento sonoro o gemebundo
del himno augusto en la creación disperso,
de un sentimiento incógnito y profundo
llenan su corazón; y al universo
estrecha su alma con gigante abrazo,
¡y unirse quiere en perdurable lazo!
¡Perpetuamente contemplar quisiera
de la tierra y los cielos la hermosura;
y, siguiendo en su rápida carrera
a la gloria e inmortal natura,
al revolver de la celeste esfera,
en éxtasis de amor y de ventura,
del éter por las vastas soledades
atravesar con ella las edades!
¡De la ley de la muerte vencedora,
gozar quisiera de inexhausta vida,
sin noche, sin ocaso y sin aurora,
sin término, ni valla, ni medida!
¡Y la infinita sed que la devora
así saciando, al universo unida,
su espíritu fundiéndose en su esencia,
abismarse en la cósmica existencia!...
¡Que es la vasta creación, con los fulgores
de sus eternos astros, con la orquesta
de sus seres, y cantos y rumores...
el coro inmenso, la perpetua fiesta
entre la cual, la humanidad, de flores
marcha ceñida, y a morir dispuesta!
¡Ifigenia inocente y resignada
ante ignota deidad sacrificada!
¡Comprende que es inútil su esperanza!
¡Que -blanco de la cólera tremenda
del destino implacable o la venganza,
o ante su altar propiciatorio ofrenda-,
por fuerza oculta arrebatado avanza
gimiendo el hombre en la terrestre senda,
a cuyo fin le espera silenciosa
la universal y sempiterna fosa!...
¡Oh indecible dolor!... ¡Oh desventura
eterna, inevitable e infinita!
¡Contradicción fatal! ¡Ley de amargura
a nuestra raza mísera prescrita!...
Si por doquier a la infeliz criatura
su propia y triste condición limita,
¿por qué esta sed que nos devora interna
de amor, de vida y venturanza eterna?
¿Por qué esta ansia de espíritu gigante
puesta en un ser efímero y mezquino?
¿Por qué este anhelo inmenso e incesante
de lo eterno, inmortal y lo divino,
si el sueño irrevocable de un instante
sólo es la vida que le dio el destino;
niebla que en el azul del firmamento
veloz agrupa y desvanece el viento?
¡No! Armada de la séptuple coraza
de firme voluntad el alma fuerte,
el golpe esperarás con que amenaza
tu inerme seno la infalible muerte,
¡oh, tú, de Adán desventurada raza,
hija desheredada de la suerte!
¡Y le opondrás la calma y la grandeza
de tu heroica invencible fortaleza!
De la enemiga tribu prisionero
y próximo a sufrir muerte cruenta,
atado al tronco el índico guerrero
las breves horas de su vida cuenta;
inmóvil, silencioso y altanero,
no a sus contrarios apiadar intenta;
su suerte acepta; y de la turba impía
desdeñoso la saña desafía;
en lo pasado engólfase su mente
largo tiempo, al rumor que en la enramada
forma el viento que le habla tristemente
de su selva, su choza y de su amada...
Levanta, alabo, la inclinada frente;
centellante recorre su mirada
de sus verdugos el salvaje coro...
¡y al fin entona un cántico sonoro!
¡Un cántico de muerte y de victoria!
¡Himno a la vez triunfal y plañidero!
Que toda encierra la sangrienta historia
de sus luchas de guerra en el sendero.
¡Apoteosis de su propia gloria!
¡Consolación de su suplicio fiero!
En su labio crispado al fin expira...
¡y el cuerpo entrega a la inflamada pira!
Así ¡oh tú, alma generosa y fuerte
que el soplo alienta de viril potencia!
aceptar debes de la adversa suerte
la injusta cuanto bárbara sentencia;
el aspecto cercano de la muerte
mirarás con estoica indiferencia;
¡y, al morir, sin flaqueza y sin quebranto,
entonarás tu funerario canto!
Y en él dirás: de tus fugaces años,
las luchas, los cuidados y dolores,
incertidumbres, dudas, desengaños...
de la instable fortuna los rigores;
de la callada edad los lentos daños;
de los seres más caros y mejores
la inesperada eterna despedida,
que extingue la mitad de nuestra vida.
De invisibles contrarios el asedio
en la terrestre encarnizada guerra;
la ponzoña letal y sin remedio
que allá en su fondo nuestra copa encierra;
la creciente congoja y hondo tedio
en nuestro triste viaje por la tierra...
¡y aquel amargo y desdeñoso acento,
muriendo, arrojarás al firmamento!
¡Del propio crimen que nosotros, reo
sufriendo atroz suplicio en la alta roca,
no, de Jove, el antiguo Prometeo
con viles ruegos la piedad invoca;
encadenado el torso giganteo,
cerró el silencio del desdén su boca;
mas, sublime, lanzó, con frente enhiesta,
a la eterna justicia su protesta!
¡Sí! que, al morir, elévese a lo menos
el grito de la mísera criatura,
y traspasando los etéreos senos,
allá resuene en la celeste altura;
que en los espacios mudos y serenos
eterno vibre su eco de amargura...
¡y que después deshágase y sucumba,
y en polvo caiga en ignorada tumba!
Voy a seguir
Una luz en lo alto voy a oir
Una voz que llama voy a subir
La montaña y estar aún más cerca de Dios y rezar
Voy a gritar
Y este mundo me oirá y me seguirá
Todo este camino y ayudará
A mostrar cómo es este grito de amor y de fe
Voy a pedir
Que las estrellas no paren de brillar
Que los niños no dejen de sonreir
Que los hombres jamás se olviden de agradecer
Por eso digo
Te agradezco Señor un día más
Te agradezco Señor que puedo ver
Que sería de mí sin la fe que yo tengo en Ti
Por más que sufra
Te agradezco Señor también se lloro
Te agradezco Señor por entender
Que todo eso me enseña el camino que lleva a Ti
Una vez más
http://www.coveralia.com/letras/la-montana-roberto-carlos.php
Te agradezco Señor por otro día
Te agradezco Señor que el sol nació
Te agradezco Señor, nuevamente agradezco Señor
Por eso digo
Te agradezco Señor por las estrellas
Te agradezco Señor por la sonrisa
Te agradezco Señor, nuevamente agradezco Señor
Una vez más
Te agradezco Señor por un nuevo día
Te gradezco Señor por la esperanza
Te agradezco Señor, nuevamente agradezco Señor
Por eso digo
Te agradezco Señor por la sonrisa
Te agradezco Señor por el perdón
Te agradezco Señor, nuevamente agradezco Señor
Una vez más
Te agradezco Señor, por la esperanza
Te agradezco Señor por todo eso...
Rugió la tempestad; y yo, entretanto,
del monte al pie, la faz sobre la palma
vertiendo acerbo inextinguible llanto,
quedé en su pena, adormecida mi alma;
cuando cesó el sopor de mi quebranto,
limpio estaba el azul, el viento en calma...
¡y con asombro y amargura y duelo,
alcé mi rostro a contemplar el cielo!...
Sirio radiante sin cesar lucía;
Saturno, inmóvil, del cenit miraba
la vida universal... La Láctea Vía,
que con luz taciturna centellaba
y al orbe en ancho círculo envolvía
de brillantes escamas, semejaba
la infinita, simbólica serpiente
que se está devorando eternamente...
¡Cuánto silencio! ¡Oh Dios! ¡Cuánto reposo!
¡Y cuán honda y fatal indiferencia!
¡Cuán extraño ese todo prodigioso
es del hombre a la mísera presencia!...
¡Al comprenderlo, un pasmo doloroso
penetra y acongoja la conciencia,
y en sus abismos íntimos clarea
una tremenda e implacable idea!
Gira el mundo en el vasto firmamento
con pompa augusta y majestad suprema,
y se agita, en acorde movimiento,
de los astros sin fin el gran sistema...
¡Y el hombre pasa, alzando su lamento,
y de su propio ser con el problema!
¡Sufre y muere!... ¡y no turba su caída
el perpetuo banquete de la vida!
Ser inmenso encerrado en su egoísmo
parece el universo soberano,
o un colosal y ciego mecanismo
que gira sin cesar; ¡y el ser humano
-el que, entre todos, siéntese a sí mismo-,
la arista deleznable, el leve grano,
que va a saciar, sin que eludirlo pueda,
la actividad de la gigante rueda!
¡Un resorte es, tal vez, de aquella vasta
maravillosa máquina divina,
mas resorte que sufre! ¡Que se gasta,
y que siente su próxima ruina!
¡Ser cuya triste pequeñez contrasta
con su instinto que a lo alto se encamina!
¡Que vive un día en cautiverio infando,
eterna vida y libertad soñando!
¡Vive! ¡en su mente el doloroso drama
llevando de sus propios pensamientos;
conjunto extraño, mísera amalgama
de opuestos y encontrados elementos;
mezcla de sombra y de celeste llama;
antítesis de todos los momentos;
híbrido ser; en medio a cuanto existe,
de la fatalidad víctima triste!
Como el príncipe aquel infortunado
de los extraños cuentos orientales,
que, en su inferior mitad petrificado,
lloraba inmóvil sus eternos males;
a la inerte materia encadenado
el hombre, así, por vínculos fatales,
de las regiones ínfimas del suelo
¡ansioso mira y suspirando el cielo!
Más dichosos, del ángel puro y fuerte
no oprime el barro la sustancia aeria;
la inmóvil planta, el mineral inerte,
son insensible estúpida materia;
siente el bruto los males de su suerte,
¡pero no a su dolor y a su miseria
da una perpetua y céntuple existencia
el cristal refractor de la conciencia!
Sólo él, que se llama el rey egregio
de la vasta creación puesto en la cumbre,
sólo él recibe el alto privilegio
de la razón, con que su noche alumbre;
él tiene el pensamiento, signo regio
que en su frente refulge, interna lumbre,
del Universo misterioso espejo,
y de su propio ser sombra y reflejo.
El sol, de eterna majestad vestido,
que nace en calma allá en el océano,
cuando, como de amor estremecido,
palpita y se alza su cerúleo llano;
cuando bullente mar de oro fundido
su faz semeja; y su vapor liviano
flota en los aires, y escalando el monte,
desvanece el perfil del horizonte;
cuando, en las altas cúspides quebrados,
hieren los dardos de oro las montañas...
y de los hondos valles y collados
el humo se alza ya de las cabañas;
y el distante mugir de los ganados
se oye, y la voz de montes y campañas;
¡y de la tierra la anchurosa escena
de luz, de vida y de rumor se llena!
Los espumosos rápidos torrentes
que, de los montes rudos y sombríos
relumbrando en las ásperas vertientes,
bajan al valle; los sonoros ríos
que, en caprichosos giros refulgentes,
por entre bosques, pueblos y plantíos,
se pierden en confusa lontananza...
¡como un sueño de amor y de esperanza!
La hora augusta, callada y ardorosa
del meridiano universal sosiego,
cuando la Tierra extática reposa
bajo su blanca túnica de fuego...
Las sombras de la tarde misteriosa;
de la campana el clamoroso ruego,
mientras el sol se oculta paso a paso
en las pompas sublimes del ocaso;
Del labrador alegre los cantares,
que, más feliz que próceres y reyes,
de la diurna faena a sus hogares
al paso vuelve de sus tardos bueyes;
las voces de las granjas y lagares;
el tropel y balido de las greyes
que en silencio al redil el pastor guía,
a las vislumbres últimas del día;
Venus que asoma rutilante y pura
del dudoso crepúsculo entre el velo;
la muchedumbre de astros que fulgura
en el profundo cóncavo del cielo,
mientras cubre aún la tierra sombra oscura.
¡Y el alma siente indefinible anhelo
bajo esa inmensa y trémula techumbre
de viva, ardiente y fulgorosa lumbre!
¡La aparición de la triunfante luna
en el azul más claro del vacío,
que con serenos rayos la laguna
argenta y la montaña y selva y río...
La misteriosa oscuridad que aduna
tal vez la noche en su recinto umbrío,
mientras del mar en la tiniebla oculto
¡resuenan los gemidos y el tumulto!...
Las nebulosas noches en que vela
el firmamento sombra vaporosa,
cuando la luna trémula rïela
en la mar alterada y tenebrosa,
y su argentada rutilante estela
sigue el vaivén del onda silenciosa...
¡Y en el alma se eleva, conmovida,
como el recuerdo de otra augusta vida!
¡Las montañas inmobles y severas
que se reflejan en el hondo lago,
cuyo luciente espejo auras ligeras
tan sólo agitan, en amante halago;
sus ondas que en las plácidas riberas
lentas expiran con murmullo vago;
los nevados que elevan a lo lejos
sus cúpulas de fúlgidos reflejos!...
Los azulados pálidos albores
de la aurora en los valles indecisa;
el amante susurro de las flores
que el soplo inclina de la fresca brisa;
de la escondida frente los rumores;
de los cielos la fúlgida sonrisa;
la blanca nube que en su fondo rueda;
la tórtola que gime en la arboleda...
Del panorama espléndido del mundo
cada aspecto magnífico y diverso,
cada acento sonoro o gemebundo
del himno augusto en la creación disperso,
de un sentimiento incógnito y profundo
llenan su corazón; y al universo
estrecha su alma con gigante abrazo,
¡y unirse quiere en perdurable lazo!
¡Perpetuamente contemplar quisiera
de la tierra y los cielos la hermosura;
y, siguiendo en su rápida carrera
a la gloria e inmortal natura,
al revolver de la celeste esfera,
en éxtasis de amor y de ventura,
del éter por las vastas soledades
atravesar con ella las edades!
¡De la ley de la muerte vencedora,
gozar quisiera de inexhausta vida,
sin noche, sin ocaso y sin aurora,
sin término, ni valla, ni medida!
¡Y la infinita sed que la devora
así saciando, al universo unida,
su espíritu fundiéndose en su esencia,
abismarse en la cósmica existencia!...
¡Que es la vasta creación, con los fulgores
de sus eternos astros, con la orquesta
de sus seres, y cantos y rumores...
el coro inmenso, la perpetua fiesta
entre la cual, la humanidad, de flores
marcha ceñida, y a morir dispuesta!
¡Ifigenia inocente y resignada
ante ignota deidad sacrificada!
¡Comprende que es inútil su esperanza!
¡Que -blanco de la cólera tremenda
del destino implacable o la venganza,
o ante su altar propiciatorio ofrenda-,
por fuerza oculta arrebatado avanza
gimiendo el hombre en la terrestre senda,
a cuyo fin le espera silenciosa
la universal y sempiterna fosa!...
¡Oh indecible dolor!... ¡Oh desventura
eterna, inevitable e infinita!
¡Contradicción fatal! ¡Ley de amargura
a nuestra raza mísera prescrita!...
Si por doquier a la infeliz criatura
su propia y triste condición limita,
¿por qué esta sed que nos devora interna
de amor, de vida y venturanza eterna?
¿Por qué esta ansia de espíritu gigante
puesta en un ser efímero y mezquino?
¿Por qué este anhelo inmenso e incesante
de lo eterno, inmortal y lo divino,
si el sueño irrevocable de un instante
sólo es la vida que le dio el destino;
niebla que en el azul del firmamento
veloz agrupa y desvanece el viento?
¡No! Armada de la séptuple coraza
de firme voluntad el alma fuerte,
el golpe esperarás con que amenaza
tu inerme seno la infalible muerte,
¡oh, tú, de Adán desventurada raza,
hija desheredada de la suerte!
¡Y le opondrás la calma y la grandeza
de tu heroica invencible fortaleza!
De la enemiga tribu prisionero
y próximo a sufrir muerte cruenta,
atado al tronco el índico guerrero
las breves horas de su vida cuenta;
inmóvil, silencioso y altanero,
no a sus contrarios apiadar intenta;
su suerte acepta; y de la turba impía
desdeñoso la saña desafía;
en lo pasado engólfase su mente
largo tiempo, al rumor que en la enramada
forma el viento que le habla tristemente
de su selva, su choza y de su amada...
Levanta, alabo, la inclinada frente;
centellante recorre su mirada
de sus verdugos el salvaje coro...
¡y al fin entona un cántico sonoro!
¡Un cántico de muerte y de victoria!
¡Himno a la vez triunfal y plañidero!
Que toda encierra la sangrienta historia
de sus luchas de guerra en el sendero.
¡Apoteosis de su propia gloria!
¡Consolación de su suplicio fiero!
En su labio crispado al fin expira...
¡y el cuerpo entrega a la inflamada pira!
Así ¡oh tú, alma generosa y fuerte
que el soplo alienta de viril potencia!
aceptar debes de la adversa suerte
la injusta cuanto bárbara sentencia;
el aspecto cercano de la muerte
mirarás con estoica indiferencia;
¡y, al morir, sin flaqueza y sin quebranto,
entonarás tu funerario canto!
Y en él dirás: de tus fugaces años,
las luchas, los cuidados y dolores,
incertidumbres, dudas, desengaños...
de la instable fortuna los rigores;
de la callada edad los lentos daños;
de los seres más caros y mejores
la inesperada eterna despedida,
que extingue la mitad de nuestra vida.
De invisibles contrarios el asedio
en la terrestre encarnizada guerra;
la ponzoña letal y sin remedio
que allá en su fondo nuestra copa encierra;
la creciente congoja y hondo tedio
en nuestro triste viaje por la tierra...
¡y aquel amargo y desdeñoso acento,
muriendo, arrojarás al firmamento!
¡Del propio crimen que nosotros, reo
sufriendo atroz suplicio en la alta roca,
no, de Jove, el antiguo Prometeo
con viles ruegos la piedad invoca;
encadenado el torso giganteo,
cerró el silencio del desdén su boca;
mas, sublime, lanzó, con frente enhiesta,
a la eterna justicia su protesta!
¡Sí! que, al morir, elévese a lo menos
el grito de la mísera criatura,
y traspasando los etéreos senos,
allá resuene en la celeste altura;
que en los espacios mudos y serenos
eterno vibre su eco de amargura...
¡y que después deshágase y sucumba,
y en polvo caiga en ignorada tumba!
LA MONTAÑA (ROBERTO CARLOS)
Una luz en lo alto voy a oir
Una voz que llama voy a subir
La montaña y estar aún más cerca de Dios y rezar
Voy a gritar
Y este mundo me oirá y me seguirá
Todo este camino y ayudará
A mostrar cómo es este grito de amor y de fe
Voy a pedir
Que las estrellas no paren de brillar
Que los niños no dejen de sonreir
Que los hombres jamás se olviden de agradecer
Por eso digo
Te agradezco Señor un día más
Te agradezco Señor que puedo ver
Que sería de mí sin la fe que yo tengo en Ti
Por más que sufra
Te agradezco Señor también se lloro
Te agradezco Señor por entender
Que todo eso me enseña el camino que lleva a Ti
Una vez más
http://www.coveralia.com/letras/la-montana-roberto-carlos.php
Te agradezco Señor por otro día
Te agradezco Señor que el sol nació
Te agradezco Señor, nuevamente agradezco Señor
Por eso digo
Te agradezco Señor por las estrellas
Te agradezco Señor por la sonrisa
Te agradezco Señor, nuevamente agradezco Señor
Una vez más
Te agradezco Señor por un nuevo día
Te gradezco Señor por la esperanza
Te agradezco Señor, nuevamente agradezco Señor
Por eso digo
Te agradezco Señor por la sonrisa
Te agradezco Señor por el perdón
Te agradezco Señor, nuevamente agradezco Señor
Una vez más
Te agradezco Señor, por la esperanza
Te agradezco Señor por todo eso...
Los pájaros se han desvanecido en el cielo
y ahora la última nube se disipa.
Nos sentamos juntos, la montaña y yo
hasta que sólo queda la montaña
Li Po
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