VADE RETRO - PEDRO BONIFACIO PALACIOS
Tu eres joven, como un lirio de los valles,
que recién abre su cáliz,
¡que recién!
los cendales candorosos de sus pétalos de seda
suelta al viento de la aurora...
¡Yo soy el trágico laurel!.
Yo soy viejo, carcomido, lamentable,
como un roble centenario,
¡que cayó!
que cayó para in eternum, para nunca más alzarse
por los siglos de los siglos,
¡bajo el látigo de Dios!.
Son tus carnes, azucenas y jazmines
sonrojados a los besos
!de la luz!;
de la luz de cien incendios pavorosos,
de cien soles fulgurantes...
¡Más tu carne, no eres tú!.
Tu eres sombra, sombra enorme, sombra misma,
sombra llena de ansias
¡de gozar!.
Tus deseos se retuercen como sierpes iracundas,
insaciadas, insaciables...
¡Pubertades de satán!.
DIABLO Y ALCOHOL (SILVINA GARRÉ)
Comprendo que han cambiado algunas cosas
El color de mi pelo, de mi voz
Los juegos ya no son los mismos juegos
Y no hay secretos entre vos y yo
Comprendo que no siempre estés dispuesto
A darme libertad para sentir
Yo me la tomo igual y te aseguro
Que es una buena forma de vivir
Podrás decirme que querés tocar el cielo
Podré decirte que me quedo por aquí
Son tantos días los que forman una vida
No me condenes a vivirla sin amor
Todos tenemos un infierno en la cabeza
Que no se lleva bien con este corazón
Hay emociones que no pueden compartirse
Como te explico que me duele igual que a vos
Si estoy rezando te vestís de Diablo
Si estoy en carne viva sos alcohol
Yo siempre estoy al borde del desmayo
Vos siempre estás llamando la atención
Comprendo que no puedes con tu vida
Pero yo también tengo que vivir
No existe ningún punto de partida
Si no se sabe bien adónde ir
Todos tenemos un infierno en la cabeza
Que no se lleva bien con este corazón
Hay emociones que no pueden compartirse
Como te explico que me duele igual que a vos
HIMNO A SATÁN - GIOSUE CARDUCCI
A ti, del ser
principio inmenso,
materia y espíritu,
razón y sentido;
mientras en los cálices
el vino destella
así como el alma
en la pupila;
mientras sonríen
la tierra y el sol
e intercambian
palabras de amor,
corre un temblor
del himeneo arcano
por montes y palpita
fecundo el llano;
a ti el frenesí
del verso ardiente,
te invoco, oh Satán,
rey del convite.
¡Arroja el aspersorio,
sacerdote, y tu métrica!
¡No, sacerdote, Satán
no regresa!
Ve: el hastío
roe a Miguel
el halo místico;
y el fiel
desplumado arcángel
cae en el vacío.
Congelado es el rayo
de Jehová en mano.
Meteoros pálidos,
planetas apagados,
llueven ángeles
de los firmamentos.
En la materia
que nunca duerme,
rey de los fenómenos,
y de las formas,
solo vive Satán.
Y detenta el imperio
en la luz trémula
de un ojo negro,
donde lánguido
huya y resista
o acre y húmedo
provoque, insista.
Resplandor de racimos
en la sangre gozosa,
por la cual, la alegría
se libera y no languidece;
que la fugaz
vida restaura,
que el dolor prorroga,
que amor provoca.
Tú exhalas, oh Satán,
en mi verso,
si desde el seno irrumpes
desafiando al dios
de los reyes pontífices,
de los reyes cruentos:
y como el rayo
estremeces las mentes.
A ti, Agramante,
Adonis, Astarté
las esculturas vivieron
telas y bocetos,
cuando de las iónicas
auras serenas
surge Venus
Anadiomena.
A ti desde el Líbano
susurran las plantas,
del alma Chipris
renace amante:
a ti fervientes
las danzas y los coros,
a ti los virginales
cándidos amores,
entre las odoríferas
palmas de Idomeneo
donde blanquean
las espumas chipriotas.
¿Que se desvanece
el nazareno bárbaro
furor del ágape
del rito obsceno
con llama sagrada
los templos ardieron
y las señales argólicas
en tierra se esparcieron?
Te acoge prófugo
entre los dioses lares
la plebeya memoria
de los hogares.
Entonces un femíneo
seno palpitante
saciando, férvido
numen y amante,
la bruja pálida
de eterno cuidado
se vuelve a socorrer
la egregia natura.
Tú en el ojo inmóvil
del alquimista,
tú del indócil
mago a la vista,
abres los fulgidos
tiempos noveles
del claustro tórpido
más allá de los canceles.
En la Tebaida,
tú en los acontecimientos
huyendo, el monje
triste se esconde.
O a través de ti
alma dividida,
benigno es Satán:
aquí Eloísa.
En vano te atormentas
en las ásperas vestiduras:
el verso murmura
de Maro y Flaco
entre la salmódica
melodía y el planto;
formas délficas,
a ti da el canto,
rosas en la horrida
compañía negra,
desciende Licoride,
desciende Glicera.
Pero de otras imágenes
de edad más bella
ahora se puebla
la insomne celda.
Y de las páginas
de Livio, ardientes
tribunos, cónsules,
turbas fervientes
despierta; y fantástico
de ítalo orgullo
te impulsa, oh monje,
sobre el Capitolio.
Y ustedes, que la rabiosa
hoguera no derrita,
voces fatídicas,
Wicleff y Husse,
al alba el vigilante
su grito eleva:
se renueva el siglo,
plena es la edad.
Y ya, ya tiemblan
mitras y coronas:
movidas por el claustro
la rebelión,
y pugna y predica
bajo la estola
de Fray Girolamo
Savonarola.
Arrojó la túnica
Martín Lutero:
arroja tus vínculos,
humano pensamiento,
y brilla y fulgura
de llamas ceñida;
materia, ensálzate:
Satán ha vencido.
Un bello y horrible
monstruo se suelta,
recorre océanos,
recorre la tierra:
corusco y humeante
como los volcanes,
los montes supera,
devora los llanos;
sobrevuela los báratros;
después se esconde
por cuevas ignotas,
por senderos profundos;
y sale; e indómito
de lid en lid
como turbina
su grito expande,
como turbina
el halito expande:
pasa, oh pueblos,
Satán el grande;
pasa benéfico
de lugar en lugar
sobre el irrefrenable
carro de fuego.
¡Salud oh Satán,
oh rebelión,
oh fuerza vindicativa
de la razón!
¡Consagrados a ti se eleven
los inciensos y los votos!
Venciste al Jehová
de los sacerdotes.
ÁNGEL Y DEMONIO (JAIRO)
HIMNO A SATÁN - LEOPOLDO PANERO
«Ten piedad de mi larga miseria»
«Le fleurs du mal», Charles Baudelaire
Tú que eres tan sólo
una herida en la pared
y un rasguño en la frente
que induce suavemente
a la muerte.
Tú ayudas a los débiles
mejor que los cristianos
tú vienes de las estrellas
y odias esta tierra
donde moribundos descalzos
se dan la mano día tras día
buscando entre la mierda
la razón de su vida;
yo que nací del excremento
te amo
y amo posar sobre tus
manos delicadas mis heces.
Tu símbolo es el ciervo
y el mío la luna:
que caiga la lluvia sobre
nuestras faces
uniéndonos en un abrazo
silencioso y cruel en que
como el suicidio, sueño
sin ángeles ni mujeres
desnudo de todo
salvo de tu nombre
de tus besos en mi ano
y tus caricias en mi cabeza calva
rociaremos con vino, orina
y sangre las iglesias
regalo de los magos
y debajo del crucifijo
aullaremos.
Solo la nieve sabe
la grandeza del lobo
la grandeza de Satán
vencedor de la piedra desnuda
de la piedra desnuda que amenaza al hombre
y que invoca en vano a Satán
señor del verso, de ese agujero
en la página
por donde la realidad cae como agua muerta.
La grandeza del lobo
no es penumbra
ni aire
es solo el fulgor de una sombra
de un animal herido en el jardín
de noche, mientras tú lloras
como en el jardín de un animal herido.
Los perros invaden el cementerio
y el hombre sonríe, extrañado
ante el misterio del lobo
y los perros invaden la calle
y en sus dientes brilla la luna
pero ni tú ni nadie, hombre muerto
espectro del cementerio
sabrá acercarse mañana ni nunca
al misterio del lobo.
A Belfegot, dios pedo o crepitus
Tú que modulas el reptar de las serpientes
de las serpientes del espejo, de las serpientes de la vejez
tú que eres el único digno de besar mi carne arrugada,
y de mirar en el espejo
en el que solo se ve un sapo,
bello como la muerte:
tú que eres como yo adorador de nadie:
ven aquí, he
construido este poema como un anzuelo
para que el lector caiga en él,
y repte
húmedamente entre las páginas.
* * *
Los pájaros vuelan sobre tus ojos
y la calavera de un caballo dibuja la silueta de la mentira
de la mentira de Dios en una habitación a oscuras
donde vuelan los pájaros.
Letanías de Satán - Charles Baudelaire
[Poema - Texto completo.]
Oh tú, el Ángel más bello y asimismo el más sabio
Dios privado de suerte y ayuno de alabanzas,
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Príncipe del exilio, a quien perjudicaron,
Y que, vencido, aún te alzas con más fuerza,
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, que todolos sabes, oh gran rey subterráneo,
Familiar curandero de la angustía del hombre,
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, que incluso al leproso y a los parias más bajos
Sólo por amor muestras el gusto del Edén,
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Oh tú, que de la Muerte, tu vieja y firme amante,
Engendras la Esperanza – ¡esa adorable loca!
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que das al proscrito esa altiva mirada
Que en torno del cadalso condena a un pueblo entero
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú sabes las guaridas donde en tierras lejanas
El celoso Dios guarda toda su pedrería,
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, cuyos claros ojos saben en qué arsenales
Amortajado el pueblo duerme de los metales,
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, cuya larga mano disimula el abismo
Al sonámbulo errante sobre los edificios,
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que, mágicamente, ablandas la osamenta
Del borracho caído al pie de los caballos,
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, que por consolar al débil ser que sufre
A mezclar nos enseñas azufre con salitre,
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú que imprimes tu marca, ¡oh cómplice sutil!
En la frente del Creso vil e inmisericorde
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Tú, que en el corazón de las putas enciendes
El culto por las llagas y el amor a los trapos
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Báculo de exiliados, lámpara de inventores,
Confidente de ahorcados y de conspiradores,
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Padre adoptivo de aquellos que, en su cólera,
Del paraíso terrestre arrojó Dios un día,
¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!
Oración
Gloria y loor a ti, Satán, en las alturas
Del cielo donde reinas y en las profundidades
Del infierno en que sueñas, vencido y silencioso.
Haz que mi alma, bajo el Arbol de la Ciencia,
Cerca de ti repose, cuando, sobre tu frente,
Como una iglesia nueva sus ramajes se expandan
ANDA SUELTO SATANÁS (LUIS EDUARDO AUTE)
Fuente del ángel caído - Ricardo Bellver —ángel— y Francisco Jareño —pedestal en Madrid
Lo stregozzo - Marcantonio Raimondi y Agostino Veneziano
Satanás, el pecado y la muerte - William Hogarth
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