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8.10.18

SUAVIDADES




IMAGEN DE ALAIN DELON Y JANE FONDA EN EL FILM LOS FELINOS

PISA SUAVEMENTE... (WILLIAM BUTLER YEATS)
TREAD SOFTLY 
Traducción al español de un corto dedicado al poema
Recitado en soliloquio por Anthony Hopkins 
en el film "84 Charing Cross Road" (1987)

Had I the heavens' embroidered cloths,
Enwrought with golden and silver light,
The blue and the dim and the dark cloths
Of night and light and the half-light,
I would spread the cloths under your feet:
But I, being poor, have only my dreams;
I have spread my dreams under your feet;
Tread softly because you tread on my dreams.
Si tuvieran los mantos bordados del cielo,
tejidos del oro y la plata de la luz.
Los mantos azules, oscuros y negros del cielo
De la noche, de la luz y la media luz
desplegaría los mantos bajo tus pies
pero siendo pobre no tengo más que mis sueños,
he desplegado mis sueños bajo tus pies
pisa suavemente… porque pisas mis sueños.


TRÁTAME SUAVEMENTE (SODA STEREO)
Alguien me ha dicho que la soledad se esconde tras tus ojos
y que tu blusa adora sentimientos, que respiras
tenéis que comprender, que no puse tus miedos
donde están guardados
y que no podre quitártelos
si al hacerlo me desgarras
no quiero soñar mil veces las mismas cosas
ni contemplarlas sabiamente
quiero que me trates suavemente
Te comportas de acuerdo
con lo que te dicta, cada momento
y esta inconstancia, no es algo heroico
es mas bien algo enfermo
no quiero soñar mil veces las mismas cosas
ni contemplarlas sabiamente
quiero que me trates suavemente
No quiero soñar mil veces las mismas cosas
ni contemplarlas sabiamente
quiero que me trates suavemente
quiero que me trates suavemente
quiero que me trates suavemente
suavemente, suavemente, suavemente.

VENDRÁN LLUVIAS SUAVES (SARA TEASDALE)
Poema inspirador del relato de ciencia ficción del mismo nombre de Ray Bradbury incluido en su libro Crónicas Marcianas

There will come soft rains


Traducción al castellano (Kaplan)

Vendrán lluvias suaves y olor a tierra mojada,
Y golondrinas dando vueltas con su reluciente sonido;

Y ranas a los estanques, cantando en la noche,
Y ciruelos silvestres de trémula blancura.

Los petirrojos vestirán su plumoso fuego,
Silbando a su antojo sobre el cercado.

Y nadie sabrá de la guerra, nadie
Se preocupará cuando todo haya acabado.

A nadie le importaría, ni al pájaro ni al árbol,
Si la humanidad pereciera del todo;

Y la propia primavera, cuando despertara al alba
Apenas se daría cuenta de nuestra partida.
EL RELATO  COMPLETO"VENDRÁN LAS LLUVIAS SUAVES" DE RAY BRADBURY (VERSIÓN TRADUCIDA AL ESPAÑOL
VIDEO CON SUBTÍTULOS EN INGLÉS
La voz del reloj cantó en la sala: tictac, las siete, hora de levantarse, hora de levantarse, las siete, como si temiera que nadie se levantase. La casa estaba desierta. El reloj continuó sonando, repitiendo y repitiendo llamadas en el vacío. Las siete y nueve, hora del desayuno, ¡las siete y nueve!

En la cocina el horno del desayuno emitió un siseante suspiro, y de su tibio interior brotaron ocho tostadas perfectamente doradas, ocho huevos fritos, dieciséis lonjas de jamón, dos tazas de café y dos vasos de leche fresca.

-Hoy es cuatro de agosto de dos mil veintiséis -dijo una voz desde el techo de la cocina- en la ciudad de Allendale, California. -Repitió tres veces la fecha, como para que nadie la olvidara- Hoy es el cumpleaños del señor Featherstone. Hoy es el aniversario de la boda de Tilita. Hoy puede pagarse la póliza del seguro y también las cuentas de agua, gas y electricidad.

En algún sitio de las paredes, sonó el clic de los relevadores, y las cintas magnetofónicas se deslizaron bajo ojos eléctricos.

Las ocho y uno, tictac, las ocho y uno, a la escuela, al trabajo, rápido, rápido, ¡las ocho y uno! Pero las puertas no golpearon, las alfombras no recibieron las suaves pisadas de los tacones de goma. Llovía afuera. En la puerta de la calle, la caja del tiempo cantó en voz baja: Lluvia, lluvia, aléjate... zapatones, impermeables, hoy.. Y la lluvia resonó golpeteando la casa vacía.

Afuera, el garaje tocó unas campanillas, levantó la puerta, y descubrió un coche con el motor en marcha. Después de una larga espera, la puerta descendió otra vez.

A las ocho y media los huevos estaban resecos y las tostadas duras como piedras. Un brazo de aluminio los echó en el vertedero, donde un torbellino de agua caliente los arrastró a una garganta de metal que después de digerirlos los llevó al océano distante. Los platos sucios cayeron en una máquina de lavar y emergieron secos y relucientes.

Las nueve y cuarto, cantó el reloj, la hora de la limpieza.

De las guaridas de los muros, salieron disparados los ratones mecánicos. Las habitaciones se poblaron de animalitos de limpieza, todos goma y metal. Tropezaron con las sillas moviendo en círculos los abigotados patines, frotando las alfombras y aspirando delicadamente el polvo oculto. Luego, como invasores misteriosos, volvieron de sopetón a las cuevas. Los rosados ojos eléctricos se apagaron. La casa estaba limpia.

Las diez. El sol asomó por detrás de la lluvia. La casa se alzaba en una ciudad de escombros y cenizas. Era la única que quedaba en pie. De noche, la ciudad en ruinas emitía un resplandor radiactivo que podía verse desde kilómetros a la redonda.

Las diez y cuarto. Los surtidores del jardín giraron en fuentes doradas llenando el aire de la mañana con rocíos de luz. El agua golpeó las ventanas de vidrio y descendió por las paredes carbonizadas del oeste, donde un fuego había quitado la pintura blanca. La fachada del oeste era negra, salvo en cinco sitios. Aquí la silueta pintada de blanco de un hombre que regaba el césped. Allí, como en una fotografía, una mujer agachada recogía unas flores. Un poco más lejos -las imágenes grabadas en la madera en un instante titánico-, un niño con las manos levantadas; más arriba, la imagen de una pelota en el aire, y frente al niño, una niña, con las manos en alto, preparada para atrapar una pelota que nunca acabó de caer. Quedaban esas cinco manchas de pintura: el hombre, la mujer, los niños, la pelota. El resto era una fina capa de carbón. La lluvia suave de los surtidores cubrió el jardín con una luz en cascadas.

Hasta este día, qué bien había guardado la casa su propia paz. Con qué cuidado había preguntado. «¿Quién está ahí? ¿Cuál es el santo y seña?", y como los zorros solitarios y los gatos plañideros no le respondieron, había cerrado herméticamente persianas y puertas, con unas precauciones de solterona que bordeaban la paranoia mecánica.

Cualquier sonido la estremecía. Si un gorrión rozaba los vidrios, la persiana chasqueaba y el pájaro huía, sobresaltado. No, ni siquiera un pájaro podía tocar la casa.

La casa era un altar con diez mil acólitos, grandes, pequeños, serviciales, atentos, en coros. Pero los dioses habían desaparecido y los ritos continuaban insensatos e inútiles.

El mediodía.

Un perro aulló, temblando, en el porche.

La puerta de calle reconoció la voz del perro y se abrió. El perro, en otro tiempo grande y gordo, ahora huesudo y cubierto de llagas, entró y se movió por la casa dejando huellas de lodo. Detrás de él zumbaron unos ratones irritados, irritados por tener que limpiar el lodo, irritados por la molestia.

Pues ni el fragmento de una hoja se escurría por debajo de la puerta sin que los paneles de los muros se abrieran y los ratones de cobre salieran como rayos. El polvo, el pelo o el papel ofensivos, hechos trizas por unas diminutas mandíbulas de acero, desaparecían en las guaridas. De allí unos tubos los llevaban al sótano, y eran arrojados a la boca siseante de un incinerador que aguardaba en un rincón oscuro como un Baal maligno.

El perro corrió escaleras arriba y aulló histéricamente, ante todas las puertas, hasta que al fin comprendió, como ya comprendía la casa, que allí no había más que silencio.

Olfateó el aire y arañó la puerta de la cocina. Detrás de la puerta el horno preparaba unos pancakes que llenaban la casa con un aroma de jarabe de arce.

El perro, tendido ante la puerta, olfateaba con los ojos encendidos y el hocico espumoso. De pronto, echó a correr locamente en círculos, mordiéndose la cola, y cayó muerto. Durante una hora estuvo tendido en la sala.

Las dos, cantó una voz.

Los regimientos de ratones advirtieron al fin el olor casi imperceptible de la descomposición, y salieron murmurando suavemente como hojas grises arrastradas por un viento eléctrico.

Las dos y cuarto.

El perro había desaparecido.

En el sótano, el incinerador se iluminó de pronto y un remolino de chispas subió por la chimenea.

Las dos y treinta y cinco.

Unas mesas de bridge surgieron de las paredes del patio. Los naipes revolotearon sobre el tapete en una lluvia de figuras. En un banco de roble aparecieron martinis y sándwiches de tomate, lechuga y huevo. Sonó una música.

Pero en las mesas silenciosas nadie tocaba las cartas.

A las cuatro, las mesas se plegaron como grandes mariposas y volvieron a los muros.

Las cuatro y media.

Las paredes del cuarto de los niños resplandecieron de pronto.

Aparecieron animales: jirafas amarillas, leones azules, antílopes rosados, panteras lilas que retozaban en una sustancia de cristal. Las paredes eran de vidrio y mostraban colores y escenas de fantasía. Unas películas ocultas pasaban por unos piñones bien aceitados y animaban las paredes. El piso del cuarto imitaba un ondulante campo de cereales. Por él corrían escarabajos de aluminio y grillos de hierro, y en el aire caluroso y tranquilo unas mariposas de gasa rosada revoloteaban sobre un punzante aroma de huellas animales. Había un zumbido como de abejas amarillas dentro de fuelles oscuros, y el perezoso ronroneo de un león. Y había un galope de okapis y el murmullo de una fresca lluvia selvática que caía como otros casos, sobre el pasto almidonado por el viento. De pronto las paredes se disolvieron en llanuras de hierbas abrasadas, kilómetro tras kilómetro, y en un cielo interminable y cálido. Los animales se retiraron a las malezas y los manantiales.

Era la hora de los niños.

Las cinco. La bañera se llenó de agua clara y caliente.

Las seis, las siete, las ocho. Los platos aparecieron y desaparecieron, como manipulados por un mago, y en la biblioteca se oyó un clic. En la mesita de metal, frente al hogar donde ardía animadamente el fuego, brotó un cigarro humeante, con media pulgada de ceniza blanda y gris.

Las nueve. En las camas se encendieron los ocultos circuitos eléctricos, pues las noches eran frescas aquí.

Las nueve y cinco. Una voz habló desde el techo de la biblioteca.

-Señora McClellan, ¿qué poema le gustaría escuchar esta noche?

La casa estaba en silencio.

-Ya que no indica lo que prefiere -dijo la voz al fin---, elegiré un poema cualquiera.

Una suave música se alzó como fondo de la voz.

-Sara Teasdale. Su autor favorito, me parece...

Vendrán lluvias suaves y olores de la tierra,

y golondrinas que girarán con brillante sonido;

y ranas que cantarán de noche en los estanques

y ciruelos de tembloroso blanco,

y petirrojos que vestirán plumas de fuego

y silbarán en los alambres de las cercas;

y nadie sabrá nada de la guerra,

a nadie le interesará que haya terminado.

A nadie le importará, ni a los pájaros ni a los árboles,

si la humanidad se destruye totalmente;

y la misma primavera, al despertarse al alba

apenas sabrá que hemos desaparecido.

El fuego ardió en el hogar de piedra y el cigarro cayó en el cenicero: un inmóvil montículo de ceniza. Las sillas vacías se enfrentaban entre las paredes silenciosas, y sonaba la música.

A las diez la casa empezó a morir.

Soplaba el viento. La rama desprendida de un árbol entró por la ventana de la cocina. La botella de solvente se hizo trizas y se derramó sobre el horno. En un instante las llamas envolvieron el cuarto.

-¡Fuego! -gritó una voz.

Las luces se encendieron, las bombas vomitaron agua desde los techos. Pero el solvente se extendió sobre el linóleo por debajo de la puerta de la cocina, lamiendo, devorando, mientras las voces repetían a coro:

-¡Fuego, fuego, fuego!

La casa trató de salvarse. Las puertas se cerraron herméticamente, pero el calor había roto las ventanas y el viento entró y avivó el fuego.

La casa cedió terreno cuando el fuego avanzó con una facilidad llameante de cuarto en cuarto en diez millones de chispas furiosas y subió por la escalera. Las escurridizas ratas de agua chillaban desde las paredes, disparaban agua y corrían a buscar más. Y los surtidores de las paredes lanzaban chorros de lluvia mecánica.

Pero era demasiado tarde. En alguna parte, suspirando, una bomba se encogió y se detuvo. La lluvia dejó de caen La reserva del tanque de agua que durante muchos días tranquilos había llenado bañeras y había limpiado platos estaba agotada.

El fuego crepitó escaleras arriba. En las habitaciones altas se nutrió de Picassos y de Matisses, como de golosinas, asando y consumiendo las carnes aceitosas y encrespando tiernamente los lienzos en negras virutas.

Después el fuego se tendió en las camas, se asomó a las ventanas y cambió el color de las cortinas.

De pronto, refuerzos.

De los escotillones del desván salieron unas ciegas caras de robot y de las bocas de grifo brotó un líquido verde.

El fuego retrocedió como un elefante que ha tropezado con un serpiente muerta. Y fueron veinte serpientes las que se deslizaron por el suelo, matando el fuego con una venenosa, clara y fría espuma verde.

Pero el fuego era inteligente y mandó llamas fuera de la casa, y entrando en el desván llegó hasta las bombas. ¡Una explosión! El cerebro del desván, el director de las bombas, se deshizo sobre las vigas en esquirlas de bronce.

El fuego entró en todos los armarios y palpó las ropas que colgaban allí.

La casa se estremeció, hueso de roble sobre hueso, y el esqueleto desnudo se retorció en las llamas, revelando los alambres, los nervios, como si un cirujano hubiera arrancado la piel para que las venas y los capilares rojos se estremecieran en el aire abrasador. ¡Socorro, socorro! ¡Fuego! ¡Corred, corred! El calor rompió los espejos como hielos invernales, tempranos y quebradizos. Y las voces gimieron: fuego, fuego, corred, corred, como una trágica canción infantil; una docena de voces, altas y bajas, como voces de niños que agonizaban en un bosque, solos, solos. Y las voces fueron apagándose, mientras las envolturas de los alambres estallaban como castañas calientes. Una, dos, tres, cuatro, cinco voces murieron.

En el cuarto de los niños ardió la selva. Los leones azules rugieron, las jirafas moradas escaparon dando saltos. Las panteras corrieron en círculos, cambiando de color, y diez millones de animales huyeron ante el fuego y desaparecieron en un lejano río humeante...

Murieron otras diez voces. Y en el último instante, bajo el alud de fuego, otros coros indiferentes anunciaron la hora, tocaron música, segaron el césped con una segadora automática, o movieron frenéticamente un paraguas, dentro y fuera de la casa, ante la puerta que se cerraba y se abría con violencia. Ocurrieron mil cosas, como cuando en una relojería todos los relojes dan locamente la hora, uno tras otro, en una escena de maniática confusión, aunque con cierta unidad; cantando y chillando los últimos ratones de limpieza se lanzaron valientemente fuera de la casa ¡arrastrando las horribles cenizas! Y en la llameante biblioteca una voz leyó un poema tras otro con una sublime despreocupación, hasta que se quemaron todos los carretes de película, hasta que todos los alambres se retorcieron y se destruyeron todos los circuitos.

El fuego hizo estallar la casa y la dejó caer, extendiendo unas faldas de chispas y de humo.

En la cocina, un poco antes de la lluvia de fuego y madera, el horno preparó unos desayunos de proporciones psicopáticas: diez docenas de huevos, seis hogazas de tostadas, veinte docenas de lonjas de jamón, que fueron devoradas por el fuego y encendieron otra vez el horno, que siseó histéricamente.

El derrumbe. El altillo se derrumbó sobre la cocina y la sala. La sala cayó al sótano, el sótano al subsótano. La congeladora, el sillón, las cintas grabadoras, los circuitos y las camas se amontonaron muy abajo como un desordenado túmulo de huesos.

Humo y silencio. Una gran cantidad de humo.

La aurora asomó débilmente por el este. Entre las ruinas se levantaba sólo una pared. Dentro de la pared una última voz repetía y repetía, una y otra vez, mientras el sol se elevaba sobre el montón de escombros humeantes:

-Hoy es cinco de agosto de dos mil veintiséis hoy es cinco de agosto de dos mil veintiséis, hoy es...
SUAVEMENTE
 (TANGO CANTADO POR ECHAGUE CON LA ORQUESTA DE JUAN D'ARIENZO)


Francamente Cunegunda
Me has dejado estupefacto,
Al tomarte de ipso facto
Vacaciones del bulín,
Y matizaste la fuga
Mandando un colacionado,
Batiendo que estoy tirado
Lo mismo que el perejil.

Diste vuelta la tortilla
De nuestro dulce himeneo,
Y afirmás que soy un reo
Que no quiere trabajar,
Dónde has visto que trabaje
Un payador diplomado,
Por el centro, los rezagos
De una estirpe que se va.

Lo que la rula te da
Punto y banca te lo lleva,
Menos tapar la bandera
De taxi, desocupao.

Y en esta noche de lluvia
No andés eligiendo, viaje,
Que a lo mejor de un viraje
Te mandan pa´l otro lao.

Recitado:
Te lo pido suavemente porque soy bien educado
Y además, porque me han dado libertad provisional,
Yo no quiero groserías mientras subsista la causa
Yo voy sin prisa ni pausa, pero llego hasta el final.

Y no creas que tu fuga
Me ha afectado la cultura,
Que rechaza con altura
Tan insólita actitud,
Pero el día que te agarre
Y esta, “huesito”, te pido,
Te voy a dar más tupido
Que moscas tiene un “estú”.


CUANDO ESTÉS VIEJA (WHEN YOU ARE OLD) - (WILLIAM BUTLER YEATS)

When you are old and grey and full of sleep,
And nodding by the fire, take down this book,
And slowly read, and dream the soft look
Your eyes had oncee, and of their shadows deep;
Cuando estés vieja y gris y soñolienta,
Y cabeceando junto al fuego, tomes este libro,
Y leas lentamente, y sueñes con la mirada suave
Que tus ojos un día tuvieron, y con sus profundas sombras;
How many loved your moments of glad grace,
And loved your beauty with love false or true,
But one man loved the pilgrim soul in you,
And loved the sorrows of your changing face;
Cuántos amaron tus momentos de alegre gracia,
Y amaron tu belleza con amor falso o verdadero,
Pero un hombre amó el alma peregrina dentro de ti,
Y amó los dolores de tu rostro que cambiaba;
And bending down beside the glowing bars,
Murmur, a little sadly, how Love fled
And paced upon the mountains overhead
And hid his face amid a crowd of stars.
E inclinándote junto al resplandor de los leños,
Murmures, un poco triste, cómo huyó el Amor
Y se fue por sobre las montañas
Y escondió su rostro entre una multitud de estrellas.

SUAVE (LUIS MIGUEL)
Como explicar, 
la magia que tiene su 
manera de enamorar 
tan bella 

Me estimula su calor 
su forma de caminar 
sensual hacia mi 

Déjate llevar 
por la musica que incita 
nuestros cuerpos no quieren parar 

Deja de luchar 
que hay razón para que me ames 
nuestro destino es asi... 

Suave...como me mata tu mirada 
suave...es el perfume de tu piel 
suave...son tus caricias 
como siempre te soñé 
como siempre te soñé 

Suave...como la brisa de verano 
suave...como transportas al placer 
suave...amor sin prisa 
como siempre te soñé 
como siempre te soñé 

Como controlar 
la cálida seducción 
que tienes cuando me das 
tus besos 
aunque lo quiera evitar 
mil cosas me haran pensar 
que voy hacia ti 

Déjate llevar 
por la musica que incita 
nuestros cuerpos no quieren parar 
deja de luchar 
que hay razón para que me ames 
nuestro destino es así... 

Suave...como me mata tu mirada 
suave...es el perfume de tu piel 
suave...son tus caricias 
como siempre te soñé 
como siempre te soñé 

Suave...como la brisa de verano 
suave...como transportas al placer 
suave...amor sin prisa 
como siempre te soñé 
como siempre te soñé 

Inexplicable fantasia 
esclavo al fin soy de tu piel 

Suave...como me mata tu mirada 
suave...es el perfume de tu piel 
suave...son tus caricias 
como siempre te soñé 
como siempre te soñé 

Suave...como la brisa de verano 
suave...como transportas al placer 
suave...amor sin prisa 
como siempre te soñé 
como siempre te soñé 


Suave como brisa, suave cuando me amas 
como me mata tu mirada 
suave como brisa, suave cuando me amas 
es el perfume de tu piel 
suave como brisa, suave cuando me amas 
como siempre te soñé 
suave como brisa, suave cuando me amas 
como me mata tu mirada 
suave como brisa, suave cuando me amas 
es el perfume de tu piel 
suave como brisa, suave cuando me amas 
como siempre te soñé

LA SUAVE PATRIA (RAMÓN LÓPEZ VALVERDE)

PROEMIO

Yo que sólo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo
para cortar a la epopeya un gajo.

Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuan
que remaba la Mancha con fusiles.

Diré con una épica sordina:
la Patria es impecable y diamantina.

Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.

PRIMER ACTO

Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.

El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros del petróleo el diablo.

Sobre tu Capital, cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos.

Patria: tu mutilado territorio
se viste de percal y de abalorio.

Suave Patria: tu casa todavía
es tan grande, que el tren va por la vía
como aguinaldo de juguetería.

Y en el barullo de las estaciones,
con tu mirada de mestiza, pones
la inmensidad sobre los corazones.

¿Quién, en la noche que asusta a la rana,
no miró, antes de saber del vicio,
del brazo de su novia, la galana
pólvora de los juegos de artificio?

Suave Patria: en tu tórrido festín
luces policromías de delfín,
y con tu pelo rubio se desposa
el alma, equilibrista chuparrosa,
y a tus dos trenzas de tabaco sabe
ofrendar aguamiel toda mi briosa
raza de bailadores de jarabe.

Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía;
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos se vacía
el santo olor de la panadería.

Cuando nacemos, nos regalas notas,
después, un paraíso de compotas,
y luego te regalas toda entera
suave Patria, alacena y pajarera.

Al triste y al feliz dices que sí,
que en tu lengua de amor prueben de ti
la picadura del ajonjolí.

¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena
de deleites frenéticos nos llena!

Trueno de nuestras nubes, que nos baña
de locura, enloquece a la montaña,
requiebra a la mujer, sana al lunático,
incorpora a los muertos, pide el Viático,
y al fin derrumba las madererías
de Dios, sobre las tierras labrantías.

Trueno del temporal: oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas,
oigo lo que se fue, lo que aún no toco
y la hora actual con su vientre de coco.
Y oigo en el brinco de tu ida y venida,
oh trueno, la ruleta de mi vida.

INTERMEDIO

(Cuauhtémoc)

Joven abuelo: escúchame loarte,
único héroe a la altura del arte.

Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclínase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente
que de responsos llena el victorial
zócalo de cenizas de tus plantas.

No como a César el rubor patricio
te cubre el rostro en medio del suplicio;
tu cabeza desnuda se nos queda,
hemisféricamente de moneda.

Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua
prisionera , al azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías,
la Malinche, los ídolos a nado,
y por encima, haberte desatado
del pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de una codorniz.

SEGUNDO ACTO

Suave Patria: tú vales por el río
de las virtudes de tu mujerío.
Tus hijas atraviesan como hadas,
o destilando un invisible alcohol,
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas.

Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito;
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.

Inaccesible al deshonor, floreces;
creeré en ti, mientras una mejicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno.

Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagros, como la lotería.

Tu imagen, el Palacio Nacional,
con tu misma grandeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.

Te dará, frente al hambre y al obús,
un higo San Felipe de Jesús.

Suave Patria, vendedora de chía:
quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía.

Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo sepulta
en una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.

Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu peinado denso
frescura de rebozo y de tinaja,
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.

Por tu balcón de palmas bendecidas
el Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.

Quieren morir tu ánima y tu estilo,
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, con el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.

Patria, te doy de tu dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el AVE
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú, Patria suave.

Sé igual y fiel; pupilas de abandono;
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
la carretera alegórica de paja.


MATÁNDOME SUAVEMENTE CON SU CANCIÓN (ROBERTA FLACK)
SUBTITULADA EN ESPAÑOL


OTRA VERSIÓN SUBTITULADA AL ESPAÑOL
Strumming dub plates with our fingers,
Eliminate sounds with our song,
Killing a sound boy with this sound,
Killing a sound boy with this sound,
Taking sound boys’ lives with this dub,
Killing him softly with this sound.
Strumming my pain with his fingers,
Singing my life with his words,
Killing me softly with his song,
Killing me softly with his song,
Telling my whole life with his words,
Killing me softly with his song.
I heard he sang a good song, I heard he had a style,
And so I came to see him and listen for a while.
And there he was this young boy, stranger to my eyes,

Strumming my pain with his fingers,
Singing my life with his words,
Killing me softly with his song,
Killing me softly with his song,
Telling my whole life with his words,
Killing me softly with his song.
I felt all flushed with fever,
Embarrassed by the crowd,
I felt he found my letters and read each one out loud.
I prayed that he would finish,
But he just kept right on strumming my pain with his fingers,
Singing my life with his words,
Killing me softly with his song,
Killing me softly with his song,
Telling my whole life with his words,
Killing me softly with his song
(clef)
Yo l-boogie, take it to the bridge
(lauryn)
(bust it)
Strumming my pain with his fingers,
Singing my life with his words,
Killing me softly with his song,
Killing me softly with his song,
Telling my whole life with his words,
Killing me softly with his song.
Strumming my pain with his finger, yeah he was . . .
(shoutouts and fade)
Rasgando mi dolor con sus dedos
Cantando mi vida con sus palabras,
Matandome suavemente con su cancion,
Matandome suavemente con su cancion,
Diciendo mi vida entera con sus palabras,
Matandome suavemente con su cancion.
Escuche que el cantaba una buena cancion, 
habia oido que el tenia estilo, 
y entonces vine a verlo y escuchar un rato, 
y ahí estaba ese jovencito, desconocido para mis ojos,
Rasgando mi dolor con sus dedos
Cantando mi vida con sus palabras,
Matandome suavemente con su cancion,
Matandome suavemente con su cancion,
Diciendo mi vida entera con sus palabras,
Matandome suavemente con su cancion.
Me senti ruborizada, con fiebre,
Avergonzada por la multitud
Senti que habia encontrado mis cartas 
y leia cada una en voz alta, 
Recé que terminara
Pero el solo seguia 
Rasgando mi dolor con sus dedos,
Cantando mi vida con sus palabras,
Matandome suavemente con su cancion,
Matandome suavemente con su cancion,
Diciendo mi vida entera con sus palabras,
Matandome suavemente con su cancion.
El canto como si me conociera
En toda mi oscura desesperación
Y entonces el miro a través de mi
Como si yo no estuviera ahí
Pero el estaba ahí, ese extraño
Cantando claro y fuerte
Rasgando mi dolor con sus dedos,
Cantando mi vida con sus palabras
Matandome suavemente con su cancion,
Matandome suavemente con su cancion,
Diciendo mi vida entera con sus palabras,
Matandome suavemente con su cancion.
Rasgando mi dolor con sus dedos,
Si, el estaba... 

ERA UN AIRE SUAVE (RUBÉN DARÍO)

Era un aire suave, de pausados giros; 
el hada Harmonía ritmaba sus vuelos; 
e iban frases vagas y tenues suspiros 
entre los sollozos de los violoncelos. 

Sobre la terraza, junto a los ramajes, 
diríase un trémolo de liras eolias 
cuando acariciaban los sedosos trajes 
sobre el tallo erguidas las blancas magnolias. 

La marquesa Eulalia risas y desvíos 
daba a un tiempo mismo para dos rivales, 
el vizconde rubio de los desafíos 
y el abate joven de los madrigales. 

Cerca, coronado con hojas de viña, 
reía en su máscara Término barbudo, 
y, como un efebo que fuese una niña, 
mostraba una Diana su mármol desnudo. 

Y bajo un boscaje del amor palestra, 
sobre rico zócalo al modo de Jonia, 
con un candelabro prendido en la diestra 
volaba el Mercurio de Juan de Bolonia. 

La orquesta perlaba sus mágicas notas, 
un coro de sones alados se oía; 
galantes pavanas, fugaces gavotas 
cantaban los dulces violines de Hungría. 

Al oír las quejas de sus caballeros 
ríe, ríe, ríe la divina Eulalia, 
pues son su tesoro las flechas de Eros, 
el cinto de Cipria, la rueca de Onfalia. 

¡Ay de quien sus mieles y frases recoja! 
¡Ay de quien del canto de su amor se fíe! 
Con sus ojos lindos y su boca roja, 
la divina Eulalia ríe, ríe, ríe. 

Tiene azules ojos, es maligna y bella; 
cuando mira vierte viva luz extraña: 
se asoma a sus húmedas pupilas de estrella 
el alma del rubio cristal de Champaña. 

Es noche de fiesta, y el baile de trajes 
ostenta su gloria de triunfos mundanos. 
La divina Eulalia, vestida de encajes, 
una flor destroza con sus tersas manos. 

El teclado harmónico de su risa fina 
a la alegre música de un pájaro iguala, 
con los staccati de una bailarina 
y las locas fugas de una colegiala. 

¡Amoroso pájaro que trinos exhala 
bajo el ala a veces ocultando el pico; 
que desdenes rudos lanza bajo el ala, 
bajo el ala aleve del leve abanico! 

Cuando a medianoche sus notas arranque 
y en arpegios áureos gima Filomela, 
y el ebúrneo cisne, sobre el quieto estanque 
como blanca góndola imprima su estela, 

la marquesa alegre llegará al boscaje, 
boscaje que cubre la amable glorieta, 
donde han de estrecharla los brazos de un paje, 
que siendo su paje será su poeta. 

Al compás de un canto de artista de Italia 
que en la brisa errante la orquesta deslíe, 
junto a los rivales la divina Eulalia 
la divina Eulalia, ríe, ríe, ríe. 

¿Fue acaso en el tiempo del rey Luis de Francia, 
sol con corte de astros, en campos de azur? 
¿Cuando los alcázares llenó de fragancia 
la regia y pomposa rosa Pompadour? 

¿Fue cuando la bella su falda cogía 
con dedos de ninfa, bailando el minué, 
y de los compases el ritmo seguía 
sobre el tacón rojo, lindo y leve el pie? 

¿O cuando pastoras de floridos valles 
ornaban con cintas sus albos corderos, 
y oían, divinas Tirsis de Versalles, 
las declaraciones de sus caballeros? 

¿Fue en ese buen tiempo de duques pastores, 
de amantes princesas y tiernos galanes, 
cuando entre sonrisas y perlas y flores 
iban las casacas de los chambelanes? 
¿Fue acaso en el Norte o en el Mediodía? 
Yo el tiempo y el día y el país ignoro, 
pero sé que Eulalia ríe todavía, 
¡y es cruel y eterna su risa de oro!
SUAVE (SUITE SOPRANO)
Suave, lo quiero suave. 
¿No ves que estoy sensible? 
Que tengo un corazón de porcelana. 
¿No ves que vivo atormentado? 
Que hace mil que no aprovecho una mañana. 
Yo, enseñaba ser sinónimo de amarle, reposar en los labios de Scarlett. 
Que hago de un sábado un martes. 
Quiero el pedazo entero y te miro cuando lo partes. 
Nada que ver con genes, sois residuos culturales, y toda esa mierda que nos enseñasteis.
Ya no busco soluciones, busco excusas.
Cuento enfados a los restos de tu blusa.
Mi estado de ánimo es una montaña rusa. 
No queda nada de aquel parque de atracciones.
Sentado en el vagón sin levantar los brazos.
En vez de el paisaje, miro a los raíles.
(x2)
Suave, lo quiero suave.
Suave, te lo doy suave.
Suave, házmelo suave.
Como si mañana todo se acabase.

HRoto
Eyo, suave, házmelo suave.
Como si mañana todo se acabase.
Solo cuando mueres dejan de juzgarte.
Y a veces ni eso, es algo lamentable.
Les enseñas la obra y no encuentran el arte.
La iglesia les engaña, Dios no puede perdonarles.
Nada que ver con ellos, siempre pensando en euros.
¿Cuándo acabará este agobio?
Dadme lo que me merezco.
Solo quiero, respirar tranquilo junto a quien me quiere.
Superar mis miedos, ¿tu no los tienes? Mientes.
Mis prioridades cambian, ni me sorprende.
Andando bajo la lluvia, fumando verde.
Las mismas caras siempre, las mismas calles.
Gente esperando cosas de ti que no puedes darles.
¿Y si me marcho y no me ve nadie?
Sé que muchos llorarían, pero ¿quien vendría a buscarme?
(x2)
Suave, lo quiero suave.
Suave, te lo doy suave.
Suave, házmelo suave.
Como si mañana todo se acabase.

Sule B
Suave, te lo doy suave.
¿No ves que estoy sensible?
Del vine, vi, vencí.
Al vive, ama y aprende.
Volveré a ser yo, cuando dejes de dolerme.
Todo muere menos lo infinito.
Te necesité como el aire, hoy ya ni respiro.
Soñaba que todo era mágico.
El reloj se paraba ante tal fuerza magnética.
Cuidado con las espinas, y yo regalando flores.
Compro máquina del tiempo.
Por si te lastimas, volverá cuando fuimos los mejores.
Te dije 'Mami no me llores. Sé que lo hice mal, pero no llores.'
Por fin aprendí a aprender de mis errores.
Hazme un guiño y sigo todas tus señales.

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