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28.3.14

ESCULTURA Y ESTATUAS










Como un escultor (RUMI)

Como un escultor, si fuera necesario,

talla un amigo de una roca.

Date cuenta que tu visión interna está ciega

y siempre trata de ver el tesoro en cada uno a tu alrededor.

----------------------------------------

Cuando alguien está contando oro para ti,

no mires tus manos, o el oro,

mira al dadivoso....

-------------------------------------

No sólo el sediento busca el agua, el agua busca también al sediento.

XII (MIGUEL ÁNGEL BUONAROTI)

Si mi basto martillo de duras piedras engendra
semejanzas humanas, una y luego otra,
puestas en movimiento por la fuerza que las yergue,
vigilante y guía, su curso, sin embargo, es suyo.

Pero el Ser divino, cuyo hogar es el cielo,
si a otros da belleza, a sí mismo más se otorga; 
si los martillos no pueden crearse sin otro martillo,
de ese ser vivo, sin embargo, los otros provienen.

Y ya que un soplo tendrá mucha más fuerza,
como cuando se templan las forjas,
superándome al Cielo más raudo volará.

Así pasa conmigo: inacabado, todo se pierde.
A menos que me ayude el taller divino
para crearlo, pues en la tierra solo estoy

DOMINGO (JACQUES PRÉVERT)

Entre las filas de árboles de la avenida de Los Gobelinos 
Una estatua de mármol me conduce de la mano 
Hoy es domingo los cines están repletos 
Los pájaros desde las ramas contemplan a las criaturas humanas 
Y la estatua me besa pero nadie nos ve 
Salvo un niño ciego que nos señala con el dedo.

LAS ESTATUAS (MARÍA ELENA WALSH)
VERSIÓN MERCEDES SOSA
Cuando llueve me dan no sé qué
las estatuas.
Nunca pueden salir en pareja
con paraguas,
y se quedan como en penitencia,
solitarias.

Señalando la fatalidad
en las plazas,
miran serias pasar cochecitos
y mucamas.
No se ríen porque no tuvieron
nunca infancia.


Marionetas

grandes, quietas,

con ellas no juega nadie.

Pero si una sombra mala

para siempre las borrase,

qué dolor caería

sobre Buenos Aires.


Cuando llueve y me voy a dormir
las estatuas
velan pálidas hasta que llegue
la mañana,
y del sueño de los pajaritos
son guardianas.

Su memoria procuran decir
sin palabras
y nos piden la poca limosna
de mirarlas
cuando quieren contarnos un cuento
de la Patria.
EL GRAN HOMBRE (JACQUES PRÉVERT)

En la casa del tallista de piedra
donde lo conocí
se hizo tomar las medidas
para la posteridad

A LA SOMBRA DE UN LEÓN (JOAQUÍN SABINA)
JOAQUÍN SABINA CON ANA BELÉN
Llegó con su espada de madera 
y zapatos de payaso a comerse la ciudad 
compró suerte en doña Manolita 
y al pasar por la Cibeles quiso sacarla a bailar 
un vals como dos enamorados 
y dormirse acurrucados a la sombra de un león, 
que tal, estoy sola y sin marido 
gracias por haber venido a abrigarme el corazón. 
Ayer a la hora de la cena 
descubrieron que faltaba el interno dieciséis 
tal vez disfrazado de enfermero 
se escapo de Cienpozuelos con su capirote de papel 
A su estatua preferida un anillo de pedida 
levanto en El Corte Inglés 
con él en el dedo al día siguiente 
vi a la novia del agente que lo vino a detener. 
Cayó como un pájaro del árbol 
cuando sus labios de mármol lo obligaron a soltar 
quedó un taxista que pasaba 
mudo al ver como empezaba la Cibeles a llorar 
y chocó contra el Banco Central, 
y chocó contra el Banco Central, 
y chocó contra el Banco...

A LAS ESTATUAS DE LOS DIOSES (LUIS CERNUDA)

Hermosas y vencidas soñáis,
vueltos los ciegos ojos hacia el cielo,
mirando las remotas edades
de titánicos hombres,
cuyo amor os daba ligeras guirnaldas
y la olorosa llama se alzaba
hacia la luz divina, su hermana celeste.
Reflejo de vuestra verdad, las criaturas
adictas y libres como el agua iban;
aún no había mordido la brillante maldad
sus cuerpos llenos de majestad y gracia.
En vosotros crecían y vosotros existíais;
la vida no era un delirio sombrío.
La miseria y la muerte futuras,
no pensadas aún, en vuestras manos
bajo un inofensivo sueño adormecían
sus venenosas flores bellas,
y una y otra vez el mismo amor tornaba
al pecho de los hombres,
como ave fiel que vuelve al nido
cuando el día, entre las altas ramas,
con apacible risa va entornando los ojos.
Eran tiempos heroicos y frágiles,
deshechos con vuestro poder como un sueño feliz.
Hoy yacéis, mutiladas y oscuras,
entre los grises jardines de las ciudades,
piedra inútil que el soplo celeste no anima,
abandonadas de la súplica y la humana esperanza.
La lluvia con la luz resbalan
sobre tanta muerte memorable,
mientras desfilan a lo lejos muchedumbres
que antaño impíamente desertaron
vuestros marmóreos altares,
santificados en la memoria del poeta.
Tal vez su fe os devuelva el cielo.
Mas no juzguéis por el rayo, la guerra o la plaga
una triste humanidad decaída;
impasibles reinad en el divino espacio.
Distraiga con su gracia el copero solícito
la cólera de vuestro poder que despierta.
En tanto el poeta, en la noche otoñal,
bajo el blanco embeleso lunático,
mira las ramas que el verdor abandona
nevarse de luz beatamente,
y sueña con vuestro trono de oro
y vuestra faz cegadora,
lejos de los hombres,
allá en la altura impenetrable.
ESTATUA DE MARFIL (VICENTE FERNÁNDEZ)
Confieso que es muy justo y necesario
un título ponerle a su belleza
por eso desde ahorita la declaro 
preciosa de los pies a la cabeza
señora de la piel de terciopelo
estatua de marfil de alabastro
disculpe si le digo que la quiero 
la admiro, la respeto y la idolatro
yo siempre fui un hereje consumado 
jamas había creído en lo divino 
y al ver sus ojos dije emocionado 
apiádate de mi alma padre mio
le juro que no quiero molestarla 
pero hágame por Dios una promesa 
que alguna vez me deje acariciarla 
si quiera de los pies a la cabeza
yo siempre fui un hereje consumado ...

ESCULTURA INACABADA  (LUIS CERNUDA)
DAVID, APOLO, DE MIGUEL ÁNGEL

Sorprendido, ah, sorprendido
Denudo, en una pausa,
 Por la selva remota,
Traspuesto el tiempo.

Adherido a la tierra
Todavía, al tronco
Y a la roca, en la frontera
De infancia a mocedades.

Es el instante, el alba
Pura del cuerpo,
En el secreto absorto
De lo que es virgen.

Reposo y movimiento
Coinciden, ya en los brazos,
El sexo, flor no abierta,
O los muslos, arco de lira.

Por el dintel suspenso
De su propia existencia,
Se mira ensimismado
Y a si se desconoce.

Dentro, en el pensamiento,
Escucha a su destino
Caída la cabeza,
Entornados los ojos.

Calla. Que no despierte.
Cuando cae en el tiempo,
Ya sus eternidades
Perdidas hoy.

Mas tú mira, contempla
Largo esa hermosura,
Que la pasión ignora;
Contempla, voz y llanto.

Fue amor quien la trajera,
Amor, la sola fuerza humana,
Desde el no ser, al sueño
Donde latente asoma
ESTATUA DEL JARDÍN BOTÁNICO (RADIO FUTURA)
Un día más me quedaré sentado aquí 
en la penumbra de un jardín tan extraño 
Cae la tarde y me olvidé otra vez 
de tomar una determinación 
Esperando un eclipse 
me quedaré 
Persiguiendo un enigma 
al compás de las horas 
Dibujando una elipse 
me quedaré 
entre el sol y mi corazón 
Junto al estanque me atrapó la ilusión 
escuchando el lenguaje de las plantas 
Y he aprendido a esperar sin razón 
Soy metálico en el Jardín Botánico 
Con mi pensamiento sigo el movimiento 
de los peces en el agua 
Un día más me quedaré sentado aquí 
en la penumbra de un jardín tan extraño 
Cae la tarde y me olvidé otra vez 
de tomar una determinación 
Esperando un eclipse 
me quedaré 
Persiguiendo un enigma 
al compás de las horas 
Dibujando una elipse 
me quedaré 
entre el sol y mi corazón.
HAY UN OFICIO (ALVARO MUTIS)

Hay un oficio que debería prepararnos
 para las más sordas batallas,
 para los más sutiles desengaños. 
Pero es un oficio de mujeres 
y les será vedado siempre a los hombres. 
Consiste en lavar las estatuas 
de quienes amaron sin medida ni remedio
 y dejar enterrada a sus pies una ofrenda 
que, con el tiempo, habrá carcomido los mármoles 
y oxidado los más recios metales. 
Pero sucede que también este oficio desapareció 
hace ya tanto tiempo, que nadie sabe a ciencia cierta 
cuál es el orden que debe seguirse en la ceremonia.

ESTATUA DE MÁRMOL (MEMO NEYRA)

Radiante y bella, más pura que la luna,
cual estatua de mármol seductora. 
Tu cuerpo de mujer, rara escultura.
De un hechizo de Venus tentadora.

De tus ojos me diste la dulzura.
De tus labios, la escencia me llevé. 
De tu cuerpo de mármol, la blancura.
Y de tu alma, el perfume me robé.

Radiante y bella... 

De tus ojos me diste... 

Tu fuiste la mujer por siempre amada.
La divina ilusión, bien de mi vida. 
Y por eso te amaré aún cuando vivas
en estatua de mármol convertida.
MUJER DE LOT (MARIO BENEDETTI)
Mujer estatua / tu historia 
azul verde malva roja 
quedó blanca de congoja 
extenuada y sin memoria

mujer estatua / por suerte
fuiste hueso / carne fuiste 
y sin embargo qué triste
es tenerte y no tenerte

mujer con lluvia y pasado 
avara de tus mercedes 
ojalá escampe y te quedes
para siempre de este lado

mujer de sal y rocío
tu corazón sigue en celo 
y tu voz está de duelo
como la tierra y el río

no olvides que no se olvida
hacia atrás o hacia adelante
ya el castigo fue bastante 
reincorpórate a la vida

con audacia / sin alertas 
con razón o sin motivo 
mujer de lot / te prohíbo 
que en estatua te conviertas

mujer otra / diferente
si no fuera juez y parte 
jugaría a desnudarte
lentamente / lentamente.

ENTRE ESTATUAS (NO TE SALVES) - MARIO BENEDETTI
INTERPRETADO POR MIGUEL ÁNGEL SOLÁ
No te quedes inmóvil al borde del camino,
no congeles el jubilo, no quieras con desgana,
no te salves ahora, ni nunca,
no te salves, no te llenes de calma.
No reserves del mundo solo un rincón tranquilo,
no dejes caer los parpados pesados como juicios,
no te quedes sin labios, no te duermas sin sueño,
no te pienses sin sangre, no te juzgues sin tiempo.
Pero si pese a todo no puedes evitarlo,
y congelas el jubilo y quieres con desgana,
y te salvas ahora y te llenas de calma,
y reservas del mundo solo un rincón tranquilo,
y dejas caer los parpados pesados como juicios,
y te secas sin labios y te duermes sin sueño,
y te piensas sin sangre y te juzgas sin tiempo,
y te quedas inmóvil al borde del camino,
y te salvas, entonces, no te quedes conmigo.
ESTATUA (DAVID AGUILAR)
Yo de cualquier excusa sacaba musas 
Buscaba la palabra que me taladra abracadabra 
En mi intuición leí desde una foto musical creí 
Hacer estatua la belleza 

No sé qué poesía me poseía 
Ni sé que mediodía mi melodía 
Tanto dolía que me poseí 
Llorando sueños al final creí 
Hacer estatua la belleza 

Congelar al girasol 
Pausar al colibrí 
Uh 
Soñar que mis canciones eran mansiones 
Buscar en partituras literatura 

Hará fractura espiritual en mí 
Si en un instante angelical creí 
Hacer estatua la belleza 
No acaba el abismo del espejismo 

De alzar mi sentimiento al firmamento 
Que en un momento yo me descubrí 
Tan hechizado que hoy igual creí 
Hacer estatua la belleza 

Congelar al girasol 
Pausar al colibrí 

Uh

ESCULTURA DE PIEDRA (CÉSAR VALLEJO)
INTERPRETADO POR DÚO LOS HERALDOS NEGROS





TORERO ALUCINÓGENO - EUGENIO SALVADOR DALÍ




SONETO DE LA DULCE QUEJA (FEDERICO GARCÍA LORCA)


Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua, y el acento

que de noche me pone en la mejilla

la solitaria rosa de tu aliento.



Tengo pena de ser en esta orilla

tronco sin ramas; y lo que más siento

es no tener la flor, pulpa o arcilla,

para el gusano de mi sufrimiento


LAS ESTATUAS LLORAN (NOEL RIQUELME)








EL ARTISTA (OSCAR WILDE)

Un día nació en su alma el deseo de modelar la estatua del «Placer que dura un instante». Y marchó por el mundo para buscar el bronce, pues sólo podía ver sus obras en bronce.
Pero el bronce del mundo entero había desaparecido y en ninguna parte de la tierra podía encontrarse, como no fuese el bronce de la estatua del «Dolor que se sufre toda la vida».
Y era él mismo con sus propias manos quien había modelado esa estatua, colocándola sobre la tumba del único ser que amó en su vida. Sobre la tumba del ser amado colocó aquella estatua que era su creación, para que fuese muestra del amor del hombre que no muere nunca y como símbolo del dolor del hombre, que se sufre toda la vida.
Y en el mundo entero no había más bronce que el de aquella estatua.
Entonces cogió la estatua que había creado, la colocó en un gran horno y la entregó al fuego.
Y con el bronce de la estatua del «Dolor que se sufre toda la vida» modeló la estatua del «Placer que dura un instante». 

CUENTO: EL  PRÍNCIPE FELIZ (OSCAR WILDE)
CON  POSIBILIDAD DE ACTIVAR SUBTÍTULOS ESPAÑOL
CORTO ADAPTADO PARA NIÑOS PEQUEÑOS
La estatua del Príncipe Feliz se alzaba sobre una alta columna, desde donde se dominaba toda la ciudad. Era dorada y estaba recubierta por finas láminas de oro; sus ojos eran dos brillantes zafiros y en el puño de la espada centelleaba un enorme rubí púrpura. El resplandor del oro y las piedras preciosas hacían que los habitantes de la ciudad admirasen al Príncipe Feliz más que a cualquier otra cosa. "Es tan bonito como una veleta", comentaba uno de los regidores de la ciudad a quien le interesaba ganar reputación de hombre de gustos artísticos; "claro que en realidad no es tan práctico" agregaba, porque al mismo tiempo temía que lo consideraran demasiado idealista, lo que por supuesto no era.
"¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz " le decía una madre afligida a su pequeño hijo que lloraba porque quería tener la luna. "El Príncipe Feliz no llora por nada".
"Mucho me consuela el ver que alguien en el mundo sea completamente feliz" murmuraba un hombre infortunado al contemplar la bella estatua.
"De verdad parece que fuese un ángel " comentaban entre ellos los niños del orfelinato al salir de la catedral, vestidos con brillantes capas rojas y albos delantalcitos.
"¿Y cómo saben qué aspecto tiene un ángel?" les refutaba el profesor de matemáticas, "¿Cuándo han visto un ángel?"
"Los hemos visto, señor. ¡Claro que los hemos visto, en sueños! " le respondían los niños, y el profesor de matemáticas fruncía el ceño y adoptaba su aire más severo. Le parecía muy reprobable que los niños soñaran.
Una noche llegó volando a la ciudad una pequeña golondrina. Sus compañeras habían partido para Egipto seis semanas antes, pero ella se había quedado atrás, porque estaba enamorada de un junco, el más hermoso de todos los juncos de la orilla del río. Lo encontró a comienzos de la primavera, cuando revoloteaba sobre el río detrás de una gran mariposa amarilla, y el talle esbelto del junco la cautivó de tal manera, que se detuvo para darle conversación.
"¿Puedo amarte?" le preguntó la golondrina, a quien no le gustaba andarse con rodeos. El junco le hizo una amplia reverencia.La golondrina entonces revoloteó alrededor, rozando el agua con las alas y trazando surcos de plata en la superficie. Era su manera de demostrar su amor. Y así pasó todo el verano.
"Es un ridículo enamoramiento" comentaban las demás golondrinas; "ese junco es desoladoramente hueco, no tiene un centavo y su familia es terriblemente numerosa". Efectivamente toda la ribera del río estaba cubierta de juncos. A la llegada del otoño, las demás golondrinas emprendieron el vuelo, y entonces la enamorada del junco se sintió muy sola y comenzó a cansarse de su amante. "No dice nunca nada" se dijo, "y debe ser bastante infiel, porque siempre coquetea con la brisa". Y realmente, cada vez que corría un poco de viento, el junco realizaba sus más graciosas reverencias. "Además es demasiado sedentario" pensó también la golondrina; "y a mí me gusta viajar. Por eso el que me quiera debería también amar los viajes".
"¿Vas a venirte conmigo?" le preguntó al fin un día. Pero el junco negó con la cabeza, le tenía mucho apego a su hogar.
"¡Eso quiere decir que sólo has estado jugando con mis sentimientos!" se quejó la golondrina. "Yo me voy a las pirámides de Egipto. ¡Adiós!" Y diciendo esto, se echó a volar.
Voló durante todo el día y, cuando ya caía la noche, llegó hasta la ciudad.
"¿Dónde podré dormir?" se preguntó. "Espero que en esta ciudad haya algún albergue donde pueda pernocta".
En ese mismo instante descubrió la estatua del Príncipe Feliz sobre su columna. "Voy a refugiarme ahí" se dijo. "El lugar es bonito y bien ventilado". Y así diciendo, se posó entre los pies del Príncipe Feliz.
"Tengo una alcoba de oro" se dijo suavemente la golondrina mirando alrededor. En seguida se preparó para dormir. Mas cuando todavía no había puesto la cabecita debajo de su ala, le cayó encima un grueso goterón. " ¡Qué cosa más curiosa!" exclamó. "No hay ni una nube en el cielo, las estrellas relucen claras y brillantes, y sin embargo llueve. En realidad este clima del norte de Europa es espantoso. Al junco le encantaba la lluvia, pero era de puro egoísta".
En ese mismo momento cayó otra gota.
"¿Pero para qué sirve este monumento si ni siquiera puede protegerme de la lluvia?" dijo. "Mejor voy a buscar una buena chimenea". Y se preparó a levantar nuevamente el vuelo.
Sin embargo, antes de que alcanzara a abrir las alas, una tercera gota le cayó encima, y al mirar hacia arriba la golondrina vio... ¡Ah, lo que vio!
Los ojos del Príncipe Feliz estaban llenos de lágrimas, y las lágrimas le corrían por las áureas mejillas. Y tan bello se veía el rostro del Príncipe a la luz de la luna, que la golondrina se llenó de compasión.
"¿Quién eres?" preguntó.
"Soy el Príncipe Feliz".
"Pero si eres el Príncipe Feliz, ¿por qué lloras? Casi me has empapado".
"Cuando yo vivía, tenía un corazón humano" contestó la estatua, "pero no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en la Mansión de la Despreocupación, donde no está permitida la entrada del dolor. Así, todos los días jugaba en el jardín con mis compañeros, y por las noches bailábamos en el gran salón. Alrededor del jardín del Palacio se elevaba un muro muy alto, pero nunca me dio curiosidad alguna por conocer lo que había más allá... ¡Era tan hermoso todo lo que me rodeaba! Mis cortesanos me decían el Príncipe Feliz, y de verdad era feliz, si es que el placer es lo mismo que la dicha. Viví así, y así morí. Y ahora que estoy muerto, me han puesto aquí arriba, tan alto que puedo ver toda la fealdad y toda la miseria de mi ciudad, y, aunque ahora mi corazón es de plomo, lo único que hago es llorar".
"¿Cómo?" se preguntó para sí la golondrina, "¿no es oro de ley?" Era un avecita muy bien educada y jamás hacia comentarios en voz alta sobre la gente.
"Allá abajo" siguió hablando la estatua con voz baja y musical "... allá abajo, en una callejuela, hay una casa miserable, pero una de sus ventanas está abierta y dentro de la habitación hay una mujer sentada detrás de la mesa. Tiene el rostro demacrado y lleno de arrugas, y sus manos, ásperas y rojas, están acribilladas de pinchazos, porque es costurera. En este momento está bordando flores de la pasión en un traje de seda que vestirá la más hermosa de las damas de la reina en el próximo baile del Palacio. En un rincón de la habitación, acostado en la cama, está su hijito enfermo. El niño tiene fiebre y pide naranjas. Pero la mujer sólo puede darle agua del río, y el niño llora. Golondrina, golondrina, pequeña golondrina... ¡hazme un favor! Llévale a la mujer el rubí del puño de mi espada, ¿quieres? Yo no puedo moverme, ¿lo ves?... tengo los pies clavados en este pedestal".
"Los míos están esperándome en Egipto" contestó la golondrina. "Mis amigas ya deben estar revoloteando sobre el Nilo, y estarán charlando con los grandes lotos nubios. Y pronto irán a dormir a la tumba del gran Rey, donde se encuentra el propio faraón, en su ataúd pintado, envuelto en vendas amarillas, y embalsamado con especias olorosas. Alrededor del cuello lleva una cadena de jade verde, y sus manos son como hojas secas".
"Golondrina, golondrina, pequeña golondrina" dijo el Príncipe, "¿por qué no te quedas una noche conmigo y eres mi mensajera? ¡El niño tiene tanta sed, y su madre, la costurera, está tan triste!"
"Es que no me gustan mucho los niños" contestó la golondrina. "El verano pasado, cuando estábamos viviendo a orillas del río, había dos muchachos, hijos del molinero, y eran tan mal educados que no se cansaban de tirarme piedras. ¡Claro que no acertaban nunca! Las golondrinas volamos demasiado bien, y además yo pertenezco a una familia célebre por su rapidez; pero, de todas maneras, era una impertinencia y una grosería".
Pero la mirada del Príncipe Feliz era tan triste, que finalmente la golondrina se enterneció. "Ya está haciendo mucho frío" dijo, "pero me quedaré una noche contigo y seré tu mensajera".
"Gracias, golondrinita" dijo el Príncipe.
La golondrina arrancó entonces el gran rubí de la espada del Príncipe y, teniéndolo en el pico, voló sobre los tejados. Pasó junto a la torre de la catedral, que tenía ángeles de mármol blanco.
Pasó junto al Palacio, donde se oía música de baile y una hermosa muchacha salió al balcón con su pretendiente. " ¡Qué lindas son las estrellas" dijo el novio, "y qué maravilloso es el poder del amor!"
"Ojalá que mi traje esté listo para el baile de gala" contestó ella. "Mandé bordar en la tela unas flores de la pasión. ¡Pero las costureras son tan flojas!"
La golondrina voló sobre el río y vio las lámparas colgadas en los mástiles de los barcos. Pasó sobre el barrio de los judíos, donde vio a los viejos mercaderes hacer sus negocios y pesar monedas de oro en balanzas de cobre. Al fin llegó a la pobre casa, y se asomó por la ventana. El niño, en su cama, se agitaba de fiebre, y la madre se había dormido de cansancio. Entonces, la golondrina entró a la habitación y dejó el enorme rubí encima de la mesa, junto al dedal de la costurera.
Después revoloteó dulcemente alrededor del niño enfermo, abanicándole la frente con las alas. " ¡Qué brisa tan deliciosa!" murmuró el niño. "Debo estar mejor" y se quedó dormido deslizándose en un sueño maravilloso.
Entonces la golondrina volvió hasta donde el Príncipe Feliz y le contó lo que había hecho. " ¡Qué raro!" agregó, pero ahora casi tengo calor y sin embargo la verdad es que hace muchísimo frío.
"Es porque has hecho una obra de amor" le explicó el Príncipe. La golondrina se puso a pensar en esas palabras y pronto se quedó dormida. Siempre que pensaba mucho se quedaba dormida.
Al amanecer voló hacia el río para bañarse. "¡Qué fenómeno extraordinario!" exclamó un profesor de ornitología que pasaba por el puente. " ¡Una golondrina en pleno invierno!" Y escribió sobre el asunto una larga carta al periódico de la ciudad. Todo el mundo habló del comentario, tal vez porque contenía muchas palabras que no se entendían.
"Esta noche partiré para Egipto" se decía la golondrina y la idea la hacía sentirse muy contenta. Luego visitó todos los monumentos públicos de la ciudad y descansó largo rato en el campanario de la iglesia. Los gorriones que la veían pasar comentaban entre ellos: "¡Qué extranjera tan distinguida!". Cosa que a la golondrina la hacía feliz.
Cuando salió la luna volvió donde estaba a la estatua del Príncipe. "¿Tienes algunos encargos que darme para Egipto?" le gritó. "Voy a partir ahora".
"Golondrina, golondrina, pequeña golondrina" dijo el Príncipe, "¿no te quedarías conmigo una noche más?"
"Los míos me están esperando en Egipto" contestó la golondrina. "Mañana, mis amigas van a volar seguramente hasta la segunda catarata del Nilo. Allí, entre las cañas, duerme el hipopótamo, y sobre una gran roca de granito se levanta el Dios Memnón. Cada noche, él mira las estrellas y cuando brilla el lucero de la mañana, lanza un grito de alegría. Después se queda en silencio. Al mediodía, los leones bajan a beber a la orilla del río. Tienen los ojos verdes, y sus rugidos son más fuertes que el ruido de la catarata".
"Golondrina, golondrina, pequeña golondrina" dijo el Príncipe, "allá abajo justo al otro lado de la ciudad, hay un muchacho en una buhardilla. Está inclinado sobre una mesa llena de papeles, y a su derecha, en un vaso, unas violetas están marchitándose. Tiene el pelo largo, castaño y rizado, y sus labios son rojos como granos de granada, y tiene los ojos anchos y soñadores. Está empeñado en terminar de escribir una obra para el director del teatro, pero tiene demasiado frío. No hay fuego en la chimenea y el hambre lo tiene extenuado".
"Bueno, me quedaré otra noche aquí contigo" dijo la golondrina que de verdad tenía buen corazón. "¿Hay que llevarle otro rubí?"
"¡Ay, no tengo más rubíes!" se lamentó el Príncipe. "Sin embargo aún me quedan mis ojos. Son dos rarísimos zafiros, traídos de la India hace mil años. Sácame uno de ellos y llévaselo. Lo venderá a un joyero, comprará pan y leña y podrá terminar de escribir su obra".
"Pero mi Príncipe querido" dijo la golondrina, "eso yo no lo puedo hacer". Y se puso a llorar.
"Golondrina, golondrina, pequeña golondrina" le rogó el Príncipe, "por favor, haz lo que te pido".
Entonces la golondrina arrancó uno de los ojos del Príncipe y voló hasta la buhardilla del escritor. No era difícil entrar allí, porque había un agujero en el techo y por ahí entró la golondrina como una flecha. El joven tenía la cabeza hundida entre las manos, así que no sintió el rumor de las alas, y cuando al fin levantó los ojos, vio el hermoso zafiro encima de las violetas marchitas.
"¿Será que el público comienza a reconocerme?" se dijo "Porque esta piedra preciosa ha de habérmela enviado algún rico admirador. ¡Ahora podré acabar mi obra!" Y se le notaba muy contento.
Al día siguiente la golondrina voló hacia el puerto, se posó sobre el mástil de una gran nave y se entretuvo mirando los marineros que izaban con maromas unas enormes cajas del barco. " ¡Me voy a Egipto!" les gritó la golondrina. Pero nadie le hizo caso. Al salir la luna, la golondrina volvió hacia el Príncipe Feliz.
"Vengo a decirte adiós" le dijo.
"Golondrina, golondrina, pequeña golondrina" le dijo el Príncipe. "¿No te quedarás conmigo otra noche?"
"Ya es pleno invierno" respondió la golondrina, "y muy pronto caerá la nieve helada. En Egipto, en cambio, el sol calienta las palmeras verdes y los cocodrilos, medio hundidos en el fango, miran indolentes alrededor. Por estos días mis compañeras están construyendo sus nidos en el templo de Baalbeck, y las palomas rosadas y blancas las miran mientras se arrullan entre sí. Querido Príncipe, tengo que dejarte, pero nunca te olvidaré. La próxima primavera te traeré de Egipto dos piedras bellísimas para reemplazar las que regalaste. El rubí será más rojo que una rosa roja, y el zafiro será azul como el mar profundo".
"Allá abajo en la plaza" dijo el Príncipe Feliz, "hay una niñita que vende fósforos y cerillas. Y se le han caído los fósforos en el barro y se han echado a perder. Su padre le va a pegar si no lleva dinero a su casa y por eso ahora está llorando. No tiene zapatos ni medias, y su cabecita va sin sombrero. Arranca mi otro ojo y llévaselo, así su padre no le pegará".
"Pasaré otra noche contigo" dijo la golondrina, "pero no puedo arrancarte el otro ojo. Te vas a quedar ciego".
"Golondrina, golondrina, pequeña golondrina" le rogó el Príncipe, "haz lo que te pido, te lo suplico".
La golondrina entonces extrajo el otro ojo del Príncipe y se echó a volar. Se posó sobre el hombro de la niña y deslizó la joya en sus manos. " ¡Qué bonito pedazo de vidrio!" exclamó la niña, y corrió riendo hacia su casa.
Después la golondrina regresó hasta donde estaba el Príncipe. "Ahora que estás ciego" le dijo, "voy a quedarme a tu lado para siempre".
"No, golondrinita" dijo el pobre Príncipe. "Ahora tienes que irte a Egipto".
"Me quedaré a tu lado para siempre" repitió la golondrina, durmiéndose entre los pies de la estatua.
Al otro día ella se posó en el hombro del Príncipe para contarle las cosas que había visto en los extraños países que visitaba durante sus migraciones. Le describió los ibis rojos, que se posan en largas filas a orillas del Nilo y pescan peces dorados con sus picos; le habló de la esfinge, que es tan vieja como el mundo, y vive en el desierto, y lo sabe todo; le contó de los mercaderes que caminan lentamente al lado de sus camellos y llevan en sus manos rosarios de ámbar; le contó del Rey de las Montañas de la Luna, que es negro como el ébano y adora un gran cristal; le refirió acerca de la gran serpiente verde que duerme en una palmera y veinte sacerdotes la alimentan con pasteles de miel; y le contó también de los pigmeos que navegan sobre un gran lago en anchas hojas lisas y que siempre están en guerra con las mariposas.
"Querida golondrina" dijo el Príncipe, "me cuentas cosas maravillosas, pero es más maravilloso todavía lo que pueden sufrir los hombres. No hay misterio más grande que la miseria. Vuela sobre mi ciudad, y vuelve a contarme todo lo que veas".
Entonces la golondrina voló sobre la gran ciudad, y vio a los ricos que se regocijaban en sus soberbios palacios, mientras los mendigos se sentaban a sus puertas. Voló por las callejuelas sombrías, y vio los rostros pálidos de los niños que mueren de hambre, mientras miran con indiferencia las calles oscuras. Bajo los arcos de un puente había dos muchachos acurrucados, uno en los brazos del otro para darse calor. " ¡Qué hambre tenemos!" decían. " ¡Fuera de ahí!" les gritó un guardia, y los muchachos tuvieron que levantarse, y alejarse caminando bajo la lluvia.
Entonces la golondrina volvió donde el Príncipe, y le contó lo que había visto.
"Mi estatua esta recubierta de oro fino" le indicó el Príncipe; "sácalo lámina por lámina, y llévaselo a los pobres. Los hombres siempre creen que el oro podrá darles la felicidad".
Así, lámina a lámina, la golondrina fue sacando el oro, hasta que el Príncipe quedó oscuro. Y lámina a lámina fue distribuyendo el oro fino entre los pobres, y los rostros de algunos niños se pusieron sonrosados, y riendo jugaron por las calles de la ciudad. "¡Ya, ahora tenemos pan!" gritaban.
Llegó la nieve, y después de la nieve llegó el hielo. Las calles brillaban de escarcha y parecían ríos de plata. Los carámbanos, como puñales, colgaban de las casas. Todo el mundo se cubría con pieles y los niños llevaban gorros rojos y patinaban sobre el río.
La pequeña golondrina tenía cada vez más frío pero no quería abandonar al Príncipe, lo quería demasiado. Vivía de las migajas del panadero, y trataba de abrigarse batiendo sus alitas sin cesar.
Una tarde comprendió que iba a morir, pero aún encontró fuerzas para volar hasta el hombro del Príncipe. " ¡Adiós, mi querido Príncipe!" le murmuró al oído. "¿Me dejas que te bese la mano?"
"Me alegro que por fin te vayas a Egipto, golondrinita" le dijo el Príncipe. "Has pasado aquí demasiado tiempo. Pero no me beses en la mano, bésame en los labios porque te quiero mucho".
"No es a Egipto donde voy" repuso la golondrina. "Voy a la casa de la muerte. La muerte es hermana del sueño, ¿verdad?"
El avecita besó al Príncipe Feliz en los labios y cayó muerta a sus pies.
En ese mismo instante se escuchó un crujido ronco en el interior de la estatua, fue un ruido singular como si algo se hubiese hecho trizas. El caso es que el corazón de plomo se había partido en dos. Ciertamente hacía un frío terrible. A la mañana siguiente, el alcalde se paseaba por la plaza con algunos de los regidores de la ciudad. Al pasar junto a la columna levantó los ojos para admirar la estatua. " ¡Pero qué es esto!" dijo "¡El Príncipe Feliz parece ahora un desharrapado!"
"¡Completamente desharrapado!" reiteraron los regidores; y subieron todos a examinarlo.
"El rubí de la espada se le ha caído, los ojos desaparecieron y ya no es dorado" dijo el alcalde. "En una palabra se ha transformado en un verdadero mendigo".
"¡Un verdadero mendigo!" repitieron los regidores.
"Y hay un pájaro muerto entre sus pies" siguió el alcalde. "Será necesario promulgar un decreto municipal que prohíba a los pájaros venirse a morir aquí". El secretario municipal tomó nota dejando constancia de la idea.
Entonces mandaron derribar la estatua del Príncipe Feliz. "Como ya no es hermoso, no sirve para nada" explicó el profesor de Estética de la Universidad.
Entonces fundieron la estatua, y el Alcalde reunió al Municipio para decidir que harían con el metal. "Podemos" propuso, "hacer otra estatua. La mía, por ejemplo".
"Claro, la mía" dijeron los regidores cada uno a su vez. Y se pusieron a discutir. La última vez que supe de ellos seguían discutiendo.
"¡Qué cosa más rara!" dijo el encargado de la fundición. "Este corazón de plomo no quiere fundirse; habrá que airarlo a la basura". Y lo tiraron al basurero donde también yacía el cuerpo de la golondrina muerta.
"Tráeme las dos cosas más hermosas que encuentres en esa ciudad" dijo Dios a uno de sus ángeles. Y el ángel le llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto.
"Has elegido bien" sonrió Dios, "porque en mi jardín del Paraíso esta avecilla cantará eternamente, y el Príncipe Feliz me alabará para siempre en mi Áurea Ciudad".

LA LIBERTAD ILUMINANDO AL MUNDO - LIBERTY ENLIGHTENING THE WORLD
 ESTATUA DE LA LIBERTAD - (FRÉDÉRICK BARTHOLDI) ISLA DE LA LIBERTAD - NEW YORK -  EE. UU.
EL BESO - (AUGUSTE RODIN)  - MUSEO RODIN - PARIS - FRANCIA

 DAVID - (MIGUEL ÁNGEL BUONAROTI) - FLORENCIA - ITALIA

 LA PIEDAD (MIGUEL ÁNGEL BUONAROTI) - IGLESIA DE SAN PEDRO - EL VATICANO - ROMA - ITALIA

MOISÉS - (MIGUEL ÁNGEL BUONAROTI) . IGLESIA DE SAN PEDRO - EL VATICANO - ROMA - ITALIA

 APOLO DE BELEDERE - LEOCARES
 APOLO VENCIENDO A LA SERPIENTE PITÓN (TAMBIÉN LLAMADA JASÓN ABATIENDO AL DRAGÓN)  SXVI
 ARTEMISA CAZADORA (DIANA DE VERSALLES)  (LEOCARES) - MUSEO DEL LOUVRE - PARIS - FRANCIA
 CENTAURO ABRAZANDO A UNA NINFA - JOHAN TOBÍAS SERGEL - ESTOCOLMO - SUECIA
 DISCÓBOLO - (MIRÓN DE ELEUTERIS) MUSEO BRITÁNICO - LONDRES - INGLATERRA 
 LA GRAN ESFINGE - EGIPTO
 GATO SENTADO (700 - 600 antes de C) EGIPTO
 RETRATO DE HOMERO  COPIA ROMANA
 SEGÚN ORIGINAL GRIEGO DE (150 antes de C)

 LAS PUERTAS DEL INFIERNO - (AUGUSTE RODIN) MUSEO DE ORSAY - PARIS  FRANCIA
 VENUS DE MILO (100 años a:C) ENCONTRADA EN LA ISLA GRIEGA DE MILOS
ACTUALMENTE SE ENCUENTRA EN EL MUSEO DEL LOUVRE - PARIS - FRANCIA
VIRGEN CON EL NIÑO - (JACOPO DELLA QUERCIA) SIENA - ITALIA
 FUENTE MONUMENTAL LAS NEREIDAS  (LOLA MORA) - CAPITAL FEDERAL BUENOS AIRES - ARGENTINA
MONUMENTO A ALFONSINA STORNI  (LUIS PERLOTTI) UBICADO EN LA PERLA - MAR DEL PLATA DONDE SE ARROJÓ AL MAR- PROVINCIA DE BUENOS AIRES - ARGENTINA
OTRA ESTATUA FRENTE AL MAR TIRRENO EN LA ISLA DE CAPRI, LADO SUR DEL GOLFO DE NÁPOLES, ITALIA
EL DOLMEN  (EUGENIO SALVADOR DALI)  EMPLAZADO EN MADRID EN HOMENAJE A ISAAC NEWTON

En este caso, trata de una escultura bajo el agua, en Granada (España), en honor a los ancestros africanos que fueron arrojados por la borda de los barcos de esclavos durante la travesía del Atlántico del Holocausto africano. 
fuente: https://www.facebook.com/buenosairescelebracomunidadafro?fref=photo&filter=1





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